§ I. LOS SECRETOS DE FAMILIA.


A menudo, la información en cuestión guarda elementos del pasado, de un padre, de un abuelo o de un ascendiente lejano, incluso “de la familia” como tal.  Por ejemplo, hubo una trasgresión de la ley, de una norma cultural, incluso ruptura con las creencias familiares…. Luego de lo cual hubo consecuencias más o menos dramáticas: encarcelamiento, colaboración con los nazis, marginalización, abuso sexual.  Puede tratarse también de una enfermedad vivida como inconfesable (psicosis, suicidio, violencia patológica), o incluso el fracaso doloroso de una empresa (quiebra)…  El secreto también puede concernir el pasado del niño (sobretodo su filiación : inseminación artificial; otro padre biológico, etc.).  Pero, también puede referirse al presente (relación extramatrimonial de uno de los padres; dificultades financieras, enfermedad del niño o de un padre, trasgresión actual de la ley… )  (Selvini, 1997).Por secretos de familia, entenderemos, de manera restrictiva (2), los elementos de información de los cuales se han apropiado uno o varios miembros de la familia, excluyendo activamente a otros, de su conocimiento (Miermont, 1987; Benoît y coll, 1988).

A menudo, la experiencia recubierta por el secreto es fuente de vergüenza, de culpabilidad, de modificación negativa de la imagen de sí y/o de la familia.  Incluso si no se ha sido los agentes directos, da la impresión a aquellos que saben que ellos y/o sus familias están amenazados, tienen una tara y/o una deuda que pagar a la humanidad, a víctimas identificadas, incluso a sus propios niños…

Entonces es necesario hacer de ello un secreto, porque la experiencia dolorosa incriminada toca a la naturaleza incluso de las imágenes parentales y les parece inconfesable (Ausloos, 1987).  Instituir el secreto, es evitar el cuestionamiento de las Imágenes parentales, es enquistar cueste lo que cueste los afectos y las ideas negativas y las deudas, eventualmente ligadas a la culpabilidad.

Así definido, el secreto de familia es susceptible de muchas variantes y particularmente:

-          En cuanto a su contenido, a los afectos y representaciones mentales que genera y en cuanto a la dinámica que induce en sus portadores: utilización con fines de poder y de regulación de las relaciones, autoprotección y/o protección de los otros, etc.

Autoprotección ?, que va hasta « intentar olvidar, esconder en el fondo de su memoria », prohibirse recordar hasta con aquellos que también saben.  En ciertos casos, incluso hay una verdadera represión, con las salidas posteriores que conocemos: del éxito al fracaso pasando por el regreso travesti.

Sin embargo, ciertos autores estiman que el niño, a veces, puede darse cuenta de algo.. y reprimir el conocimiento.  Otros dicen entonces que el niño es portador de un enigma inconsciente (Cahen, 1986).  El está como ‘habitado’ por un fantasma, él es como un castillo fantasma (Diatkine, 1984).  N. Abraham y M. Torok desarrollaron el modelo de la cripta, es decir de una represión estática en el adulto que guarda el secreto: “En el vientre de la cripta se guardan sin poder decirse,  parecidas a búhos en una vigilancia sin descanso,  las palabras enterradas vivas.  Todas las palabras que no han podido ser dichas, todas las escenas que no han podido ser recordadas, todas las lágrimas que no han podido ser vertidas” (Abraham y Torok, 1978).  Es un duelo imposible e indecible que está en el origen de la cripta, y esto va a resurgir en las generaciones siguientes como un fantasma fijado: el futuro del secreto guardado por el padre en la persona del niño, es como extranjero al sujeto que lo lleva.

-          En cuanto a la identidad de los portadores.  Ciertos secretos son conocidos de un solo individuo: la esposa sabe que ella tiene un amante, el niño tiene prácticas secretas que lo culpabilizan (3) y (4), el padre descubrió un drama vergonzoso en su familia de origen y lo guarda solo para él, etc.  Otros son conocidos por los dos padres o los niños (5), por ejemplo, el hijo mayor se droga, el hermano más grande y su hermana menor tienen relaciones sexuales.  Por otro lado, existe una alianza entre un niño y un padre (el niño parentificado, aquel del cual se abusa sexualmente, aquel que conoce los avatares sentimentales de su madre…).  Y hay otras posibles combinaciones, que incluyen la familia extensa (por ejemplo: los abuelos) o incluso personas extrañas.

-          En cuanto a la manera en la cual el secreto fue conocido: por coincidencia, en referencia a una curiosidad – ella misma, secreta – por transmisión explícita, etc.

 

§ II. LOS EFECTOS DEL SECRETO SOBRE AQUELLOS QUE QUEDAN EXCLUIDOS DEL MISMO.


I – En un cierto número de situaciones, estamos en el derecho de pensar que el contenido del secreto está en el origen de influencias negativas que pesan sobre aquellos que quedan excluidos del mismo y a veces incluso sobre los otros también.Nos guardaremos de generalizar con respecto a esto, como siempre, es la escucha, la reflexión y el diálogo caso por caso los que permiten hacer hipótesis posibles en cuando a estos efectos.

A – Este « peso negativo » a menudo es poco específico.

Por ejemplo, los padres se preocupan y se sienten inseguros por el contenido y las implicaciones del secreto que absorbe misteriosamente una buena parte de su energía; o incluso, están deprimidos, culpables o viven sentimientos de inferioridad.

Su comportamiento general indica las marcas: deben hacer trámites misteriosos, imponen prohibiciones de frecuentación – o viven el odio, aparentemente incomprensible, de otras familias –, se aislan, el ambiente de la casa es pesado, se instalan largos silencios: como una mancha de aceite, se habla cada vez menos de otras vivencias, como corolario, se instalan mentiras, mitos familiares rígidos que imponen una imagen idealizada de la familia.

-          El niño excluido del secreto sufre este ambiente: asiste a estos comportamientos misteriosos, se le llama la atención cuando pregunta y no puede descifrar nada de algunos de ellos.  Su angustia puede verse incrementada ya que imagina fantasmas incluso todavía más terribles que aquellos que surgirían si supiera.  También puede participar en la depresión de todos y vivir vagamente que su familia es retrasada sin saber muy bien porqué, también puede vivir la herida narcisista y el sentimiento de inferioridad típica de aquellos que se adivinan excluidos de algo importante.

-          Su curiosidad intelectual también puede sufrir los efectos de la imposición del silencio y de la prohibición de la búsqueda del saber : en el peor de los casos, frente a sus primeras preguntas que quedan sin respuesta y que le son replanteadas como transgresiones, el niño censura su deseo de saber (Diatkine, 1989).  Otros adivinan, en parte porque el secreto se ha filtrado (Tisseron, 1996), pero piensan que este saber es malo y que no pueden ni poseerlo ni compartirlo: entonces, inventan malentendidos ansiógenos y/o plantean comportamientos extraños, simbólicos, que son la continuación lógica de lo que han entendido y que también tienen una muy tímida función de llamado de ayuda.  Los más frágiles, probablemente predispuestos cerebralmente, se construyen ideas delirantes en el marco de descompensaciones esquizofrénicas.  Para algunos, finalmente, una manera menos negativa de vivir su curiosidad intelectual, consiste en desarrollar una pasión fuertemente simbólica (arqueología, genética, psicoanálisis…).

B – Pero el efecto negativo sobre tal niño en particular igualmente puede ser específico.  He aquí algunos ejemplos:

- Niño « cargado » de verguenza y de culpabilidad ya que es el fruto de una filiación ilegítima, niño inquietante que podría enojarse con sus padres y rechazarlos si supiese un día (por ejemplo, que él es adoptado).

- Niño “puesto en ambiente” en el marco de una alianza perversa (él sabe que su madre tiene un amante) y que lo vive con omnipotencia y culpabilidad.

- Proyecciones negativas hechas sobre el niño, por ejemplo : él es el único varón de la familia y/o es impulsivo y/o  tiene ciertos rasgos físicos que recuerdan irresistiblemente al abuelo delincuente del cual no se puede hablar… al ver funcionar al niño, entonces se reviven los afectos y las preguntas, reprimidas o conscientes, ligadas al abuelo; se interpela al niño como si fuese su fantasma, poco a poco, el niño tiene una cierta presciencia del secreto: “La mentira que está constituida en secreto se transmite gracias a las reglas que impiden su revelación… porque son cada vez más hablantes, cada vez más recordadoras” (Ausloos, 1987, p. 73).  Luego, sobretodo en la adolescencia, él podría verse tentado por un pasaje al acto, cuyo significado más radical se le escapa y escapa incluso a su familia, cualquiera que sea el simbolismo del cual el acto está cargado (Miermont, 1987).

- Demanda sutil hecha al niño para que “repare el destino”: por ejemplo, debe funcionar como se imaginan que lo habría hecho el hermano muerto del cual no se puede hablar (cfr., el concepto de delegación de Stierlin.  Si él tiene éxito en su delegación, la familia se ve tranquilizada… pero él?.  Si él fracasa: deuda de lealtad y trastornos diversos).

II – Pero en otros casos, el no compartir el secreto puede demostrarse estructurante :

Así sucede cuando no concierne absolutamente en nada al niño, sino más bien a la vida privada de los padres y particularmente su vida sentimental; en estas condiciones, y si además, la existencia del secreto no envenena la atmósfera común, no hablar de esto con el niño, incluso responderle: “Esto no te importa” puede constituirse en un acto sano de establecimiento de límites intergeneracionales.

Otras veces, el mantenimiento del secreto ejerce verdaderamente un efecto protector de la angustia y de la depresión: es el caso cuando los padres logran esconder una gran preocupación que les concierne solo a ellos. E incluso más, quien podría jurar que la ignorancia del niño de ciertas realidades obscuras que lo conciernen, siempre es psicotóxico?  No es una propaganda abusiva la de afirmar « El siempre sabe”?  No vale más alinearse sobre su necesidad de ser o de no ser informado, que es variable y fluctuante y que se adivina como se puede? (Hayez y coll, 1995).

III – Finalmente, también nos sucede el hecho de ser incapaces de predecir lo que el niño sentirá, ya sea mejor o peor según qué sea puesto al corriente o permanezca excluido de un secreto, que esté o no concernido por el contenido del mismo : por ejemplo, uno de sus padres tiene problemas judiciales… su padre biológico no es el padre que lo cría, pero la comprensión padres – educadores es buena y no tienen ganas de hablar de esto de manera espontánea, etc.

En conclusión, no estamos seguros de la nocividad sólo de algunas situaciones extremas, por ejemplo :

-          La inhibición dolorosa de todos, fruto de la existencia de una realidad permanentemente pesada, de la clase de un no-dicho para los portadores y de un secreto amenazante para los excluidos.

-          Las proyecciones negativas o las demandas de reparación del destino que se ponen intensamente sobre el niño.

-          La culpabilización activa del niño que busca saber, la mentira activa y repetida con respecto a su búsqueda de verdad persistente.

Pero a menudo, es mucho más incierto….

 

§ III. CON RESPECTO A LA CONFIDENCIALIDAD Y LOS SECRETOS : ALGUNOS PRINCIPIOS PROPUESTOS A LOS TERAPEUTAS.


I – Existen dos categorías de situaciones terapéuticas donde es esencial que se garantice ampliamente la confidencialidad entre el terapeuta y su interlocutor : son las psicoterapias individuales de adultos, que han sido denominadas y convenidas bilateralmente como tales.  También son las psicoterapias individuales de adolescentes en las mismas condiciones.No nos es (6) difícil exponer esquemáticamente tres principios que guían nuestra práctica.  Sobre el terreno, es menos simple que sobre el papel : existen numerosas situaciones – límites donde la aplicación de estos principios debe ser bien reflexionada, e incluso luego de la reflexión, todavía quedamos en la incertidumbre.

Aquí, la garantía de confidencialidad, a menudo explícitamente evocada en el inicio del tratamiento y vivida como tal por el cliente, es una condición importante para que él se sienta “como en su casa” frente al terapeuta y para que se comprometa con confianza: al menos así sucede para muchas personas, a medida que progresan en edad.  Para los otros y especialmente para muchos adolescentes jóvenes, constatar que el terapeuta da y mantiene su palabra puede interpelarlos positivamente y motivarlos a darse el derecho de ponerse límites.

A – Sin embargo, no pretendemos que la terapia individual bien formalizada de un adolescente (incluso de un adulto) constituye a menudo la parte más importante –incluso la exclusividad – del tratamiento de una situación.  Pero, cuando se ha decidido incluirla en el programa, es mejor que ésta – y probablemente ella sola – responda a esta condición de estricta confidencialidad.

B – Garantizar la confidencialidad en un módulo psicoterapéutico no significa que no creamos en el valor de la comunicación.  Pero es el cliente el que tiene que decidir lo que va a comunicar o no y proceder por sus propios medios.  Como corolario, según su temperamento y sus hábitos de trabajo, su terapeuta individual le invitará a reflexionar en sesión a los riesgos y al interés de comunicaciones bien dirigidas o se puede abstenir de ellas.

C – Garantizar ampliamente la confidencialidad no significa tampoco encarcelarse en el silencio. Volveremos luego con esta excepción rara pero preocupante que constituye la pregunta del peligro grave.

II – la mayoría de las actividades de psiquiatras infanto – juveniles sin embargo no está constituida por los dos módulos citados anteriormente:  ellos operan muy a menudo en consultas con objetivos diagnósticos, asesorías parentales, entrevistas terapéuticas relativamente poco formalizadas con los niños o los adolescentes, solos o con sus familias.  Igualmente, ellos llevan a cabo  terapias familiares estrictamente identificadas como tales y terapias individuales bien formalizadas con niños más jóvenes hasta la entrada en la adolescencia.

En todos estos contextos, nos parece más sabio ampliar las fronteras de la confidencialidad y de prever una amplia circulación de informaciones en la familia nuclear (7), es decir, entro todos aquellos que están ligados por vínculos afectivos naturales y poderosos y que deben vivir intensamente en lo cotidiano los unos con los otros.

Por qué razonar así ?.

A – Porque nos parece a menudo enriquecedor que, en el seno de la familia nuclear, cada uno conozca las grandes líneas de lo que viven los otros con respecto a ellos: entonces uno puede explicarse, adaptarse, negociar o cambiar con conocimiento de causa.  En estas estructuras donde se espera que reine cierta solicitud de los unos hacia los otros, nos parece incluso deseable que cada uno conozca las grandes líneas de lo que cada uno vive en general… dicho de otra forma, que cada uno identifique bien quienes son sus compañeros de vida y lo que los mueve: las interacciones que siguen nos parece que pueden ser más respetuosas de todos, al menos en la medida donde cada protagonista lo quiere.

Que no se equivoque sin embargo sobre el alcance de esta propuesta: ya que solo indica una tendencia estadísticamente interesante.  No se trata de aplicarla sistemáticamente y a ciegas: cada miembro de la familia puede oponerse a ella si lo encuentra importante (cfr. III), y el terapeuta guarda un poder de apreciación en cuanto al interés y al contenido de cada retransmisión.

La idea más importante, allí donde reina una profunda hostilidad frente a un miembro de la familia, a menudo es que es más útil escuchar  a éste y a sus razones de ser, que insistir con los demás sobre la vulnerabilidad y el sufrimiento moral del miembro en cuestión.

La idea más importante, es que sean retransmitidas las grandes líneas de lo que cada uno vive y piensa, no el detalle de las experiencias o de los fantasmas de los cuales ha hablado con el terapeuta ni el contenido preciso de sus dibujos y de sus juegos en sesión.  Permanece aún un derecho a la intimidad de los contenidos experienciales.  Solamente, se trata de que los grandes movimientos intrapsíquicos que habitan cada uno sean conocidos por los otros, lo que a menudo es más estructurante.

B – La actitud inversa sería que el terapeuta garantice explícitamente la confidencialidad frente a cada interlocutor individual (al menos cuando ha salido de la etapa diagnóstica inaugural y que ha pronunciado la palabra “tratamiento” o “terapia”).

Algunos lo hacen serenamente, en referencia a valores (alrededor del derecho a la intimidad, especialmente frente a un médico) y a su concepción de lo terapéutico: lo respetamos, pero no comparto esta manera de pensar.

Para otros y sobre todo cuando es al niño más joven a quien se hace esta promesa, se trata de la racionalización de una contratransferencia, poco reconocida como tal : necesidad de formar una díada protegida con el niño; necesidad de ser el único confidente importante; rivalidad con los padres o con otros profesionales, etc.

Por nuestra parte, estamos persuadidos que la mayoría de niños más pequeños no piden tanto e incluso están angustiados – cuando no culpabilizados – por este deseo del adulto que crea una situación artificial : en el fondo, a lo que ellos hacen confianza es a la benevolencia y a la capacidad curadora del terapeuta (Boutte, 1996). Es cierto que a ellos no les gustaría que el terapeuta les angustie o les haga pasar vergüenzas exponiendo sin necesidad sus fantasmas y sus anécdotas experienciales: de allí a pensar que ellos le prohíban contar las grandes líneas de lo que viven y de lo que les preocupa, nosotros no lo creemos.

Recordemos finalmente que una vez que se ha hecho la promesa de confidencialidad, hay que mantener su palabra y que por esta razón, a menudo uno se siente en el impase : queda entonces la posibilidad de encontrar una salida, de una manera o de otra, para que tal elemento importante sea retransmitido, sin que esto tenga la apariencia de que se está haciendo precisamente esto.

III – En nuestra mente – asegurar la existencia de una retransmisión familiar de las vivencias más importantes – invitamos a los miembros de la familia a la aventura de la palabra sin quedarnos mucho sobre la cuestión de la confidencialidad.  En el transcurso del proceso, les motivamos a transmitirse los unos a los otros lo « más importante » y/o organizamos entrevistas familiares de « transmisión facilitada”, momentos donde serán ellos – de preferencia- o nosotros – si no hay otra opción – quienes procederán a la retransmisión.

IV – Sin embargo, la libertad humana, siendo lo que es, no siempre las cosas pasan así : en el transcurso del proceso, tanto el niño o el adolescente, como sus padres pueden demandar explícitamente que queden secretas ciertas cosas que acaban de decir.

Las razones de su demanda son muy variadas y uno gana al comprender bien  la situación:

- A veces, la demanda de secreto solo tiene algo que ver con su contenido: es la aplicación de una manera de ser habitual frente al otro, que se repite a través de varios signos; por ejemplo, el niño es percibido como “demasiado pequeño para” (aquí, para saber)… o aún, el niño siempre piensa que lo que él hace está mal y merece grandes castigos.

- O entonces, a lo que la demanda se orienta, es a tener una alianza privilegiada con el terapeuta y a conseguir poder sobre él.

- Pero a veces también, es el contenido del secreto que se estima destructor, en referencia a otros experiencias ya hechas con él que no sabe o en virtud de una especie de idea a priori de su vulnerabilidad.

De todas estas razones de ser del secreto, mejor vale impregnarnos al inicio, probarlas de cierta manera, sin a priori, con una benevolencia flotante, dándoles su oportunidad de convencernos o no.  Si no nos aliamos al punto de vista de la persona que lo pide, todo se vuelve más simple. En el caso de una negativa, solo nos queda decir por qué preferimos que la comunicación exista y compartir ideas con respecto a esto.

Y qué hacer si la demanda del secreto persiste?. No sentirnos prisioneros de la demanda y tomar nuestra decisión!  A menudo, será la de resignarnos por el momento a la demanda que se ha hecho, pero hay que prever volver a hablar sobre esto en otras ocasiones.

Más raramente, la decisión será la de terminar el proceso terapéutico, explicándonos y sin traicionar el secreto, así sucede las veces dónde estimamos que el mantenimiento del secreto engendra un impasse terapéutico total.

Muy raras veces también, decidiremos no aceptar la demanda (lo más a menudo, explicándonos con la persona que lo ha pedido) :

- Por que mantener el secreto crea o engendra un peligro grave y cercano – a menudo físico – y que levantarlo puede atenuar o suprimir este peligro (Bechmann, 1995, p. 3078).

- Y muy raras veces, frente a un niño (muy) joven, porque nuestro deber de buentrato nos invita a dar parte a sus padres de un elemento clave necesario a la educación : en estos casos, atribuimos a este deber un valor superior al respeto de la demanda hecha por el niño.

§ IV. ELEMENTOS DE PROCEDIMIENTO


I – Los objetivos y las condiciones del trabajo han sido presentadas a todos de manera ligera y clara.  No hay discursos pesados y amenazadores, pero algunas palabras simples:  “Es importante hablarse.. (para el adolescente) : comprender mejor lo que pasa en tí … (para los padres) : comprender mejor lo que se vive frente a él y cómo acompañarlo bien … habrán encuentros comunes y otros separados … éstos servirán también para preparar lo que se dirá a los otros (es decir a aquellos que están ausentes); se intentará transmitirles un resumen de lo que se vive verdaderamente”.Los describiremos a partir de la situación paradigmática siguiente : unos padres consultan con respecto a un adolescente depresivo e incluso suicidario.  Dos terapeutas, A y B, los reciben, intentan comprender las implicaciones, luego acuerdan una fórmula de trabajo flexible : habrán sesiones de reflexión con los padres y el joven (o con toda la familia nuclear) y A + B ; sesiones monogeneracionales para los padres y A; y otras para el adolescente y B.  A y B acuerdan también lograr concertaciones regularmente, totalmente (secreto compartido) (8), entre otras razones para planificar cada vez la organización de algunas sesiones siguientes.

Al presentar las cosas de tal manera, implícitamente, la confidencialidad protege la familia nuclear, pero no aísla a cada individuo en una burbuja artificial en el seno de ésta.  Es importante notar que en la fórmula terapéutica escogida, no consideramos que el adolescente está inscrito en una terapia individual bien formalizada (9): la confidencialidad de las entrevistas con él no es una obligación con respecto al resto de la familia nuclear.

De allí, a decir que B no tendrá en cuenta el interés de una intimidad y de una habituación de este adolescente con respecto a su intimidad, hay un paso a no franquear.

Nos parece posible proponer todo esto simple y serenamente, como condición implícita de un bienestar y en el marco de una esperanza que se tiene sobre este aspecto.  Se puede permitir a los padres y al adolescente reaccionar brevemente a la propuesta, pero sin angustiarlos inútilmente.  Y luego, ganamos al continuar sin tardanza la aventura de la palabra ya iniciada en las primeras entrevistas.

 

II – Imaginemos entonces que los padres tengan un secreto – por ejemplo, el abuelo paterno se suicidó y el adolescente recuerda el carácter de su abuelo -, e inclinémonos sobre el trabajo llevado a cabo por el terapeuta A y estos padres, en sesiones monogeneracionales.

A – Una primera eventualidad es que los padres no hablen espontáneamente de su secreto, pero que su existencia infiltre tanto su manera de ser espontánea como su discurso : aspectos depresivos inexplicados, falsas huidas, inhibiciones, rechazos o racionalizaciones de evitamiento en el momento de ciertos recuerdos, etc.

Un terapeuta experimentado puede tener un presentimiento, es decir, sentir que un no-dicho pesado los carcome y que ellos no se atreven a abordarlo. Según lo que él sienta con sus interlocutores y según su temperamento y sus hábitos de trabajo propios, este terapeuta puede esperar o plantear una u otra intervención más activa destinada a facilitar el recuerdo temido.

En el rango de éstos últimos, algunos abordan directamente la cuestión : « Tengo la impresión que algo les pesa y que ustedes no se permiten decirlo ».  Otros son más alusivos y evocan las razones de ser de las resistencias (« A veces no nos gusta abordar ciertos temas: tenemos miedo de tener vergüenza, o aportar a la destrucción en la familia, o no ser leal…”).  Puede ser útil, luego, esquematizar una información sobre lo que pasaría luego de la evocación: incluso desinflar los fantasmas inquietantes, encontrar mejores soluciones, conservar la estima del terapeuta, incluso ver más claro en los sentimiento con respecto a algunas personas, etc….

B – La etapa siguiente puede ser entonces que los padres revelen el secreto que tienen con molestia y angustia y añadan inmediatamente « es un gran secreto… ».

En otros casos, la revelación es espontánea, ya sea porque los padres no avanzaban más, ya sea porque quieren enseguida controlar al terapeuta haciendo de él un aliado en el conocimiento… y el mantenimiento del secreto.

Como quiera que sea, es altamente deseable que el terapeuta conserve su serenidad con respecto a esta nueva etapa de su relación con los padres. Serenidad en cuanto al contenido del secreto : no ha escogido su profesión, in fine, para calmar a los otros de sus malestares morales?.  El recuerdo de uno de éstos por más horrible que parezca, no debería ser vivido como el preludio de un trabajo de liberación de lo que los encadena?. Serenidad también en cuanto a la nueva dinámica que acaba de instalarse: más allá de lo que le indicaría un fantasma ansioso arcaico, el terapeuta no es prisionero de lo que acaba de pasar: tiene que reflexionar como se debe y de preferencia en compañía de aquel que acaba de revelar el secreto y luego, guardar intacto su poder de decisión.  Incluso si, de facto, el decidirá a menudo alinearse a los deseos del portador del secreto.

Si el terapeuta conserva su serenidad, probablemente no escuchará surgir en él casi inmediata e imperativamente la idea « el joven debe saberlo » (10).  Cuándo esta idea es muy urgente, probablemente es la racionalización de vivencias contratransferenciales variadas (con respecto a la rabia de sentirse excluido, por ejemplo… o con respecto al rechazo de sentirse poseído).

C – El terapeuta se mantendrá mejor al permanecer centrado empáticamente sobre lo que acaba de escuchar y a motivar a los padres a ampliar lo que ellos viven con respecto al secreto.  Esquemáticamente, pueden hacerlo a lo largo de tres ejes :

- Qué representa, para ellos, conocer lo que conocen? (11).  Es que eso ha cambiado algo en ellos?.  En su manera de ver el mundo?.  Y en lo que ellos viven con respecto a los protagonistas de la experiencia en el corazón del secreto?, etc…

- Qué representa para ellos, guardar el secreto? (Con respecto a los niños, al mundo exterior, etc. ).

- Su silencia se funda más bien sobre un a priori (angustias, una concepción personal de fronteras intergeneracionales o valores de educación) o sobre una observación del niño, de su sensibilidad y de sus reacciones frente a ciertos tipos de información…

- (Y sobretodo cuando ha habido una revelación espontánea) Cómo se sienten ellos luego de haber hablado de su secreto? Qué representa esto de haberlo dicho a su terapeuta? Qué esperarían de él si todo pasa exactamente como ellos lo desean ?, etc.

Cuando el terapeuta motiva estas ampliaciones, pocos veces permanecen cautivos en una estricta posición de escucha.  Muchos comparten ideas personales (informaciones, sugerencias…) en eco a lo que han escuchado. Algunas de estas ideas permanecen centradas sobre la vivencia propia de los padres.  Por ejemplo, el terapeuta puede intercambiar con ellos con respecto a la ineluctabilidad de faltas en nuestras vidas humanas:  aquellos que las cometen se reducen a éstas? Hay la posibilidad de perdón ?, hay herencia y deuda para las generaciones siguientes?, Cómo se repara esto ?.  Sobre qué, la sociedad debería fundar su estima para una familia ?, etc..  El puede intercambiar también con respecto a la depresión, la enfermedad mental, el suicidio y lo que induce en los sobrevivientes, etc…  Otras ideas intercambiadas pueden concernir la comunicación del secreto o su mantenimiento.

Como las ideas de los padres, estas ideas de los terapeutas son susceptibles de apoyarse sobre a priori (por ejemplo con respecto al valor de la comunicación): igualmente pueden fundarse sobre fenómenos observados y prudentemente interpretados: por ejemplo, comportamientos del adolescente excluido parecen recordar la angustia frente al misterio, él hace alusiones verbales más o menos claras, etc.

D – Al intercambiar de esta manera serenamente y sin precipitación, pueden suceder varias cosas:

1. Podemos terminar por pensar que no es importante que el niño aprenda ciertos secretos de la boca de sus padres, incluso es mejor que ellos guarden silencio porque ejercen entonces su derecho a la intimidad, en el mismo orden de ideas, a veces es preferible que el niño adquiera el conocimiento por sus propias fuerzas (por ejemplo, particularidades de la genealogía, sin tabús « mortales » que pesan sobre algunas de ellas), querer decir todo al niño – por ejemplo querer colmarlo de informaciones sexuales – a veces procede de un deseo de maternaje omnipotente.

2- En otros casos, vivimos una profunda incertidumbre en cuanto al interés del mantenimiento o del levantamiento del secreto.  Continuar reflexionando con los padres – sin hacer de esto un tema obsesivo -, observar y escuchar al niño sin empujarlo, discutir con colegas… pueden ayudarnos a hacer una apuesta menos mala.

Felipe (13 años) es distímico de hace largo tiempo, y cada 18 meses más o menos, presenta un episodio depresivo mayor.  Su relación con su madre es tensa, se siente en ella una cierta ambivalencia frente a hijo, parece preferir a su hermana.  La mamá está de nuevo embarazada « por sorpresa », duda, reflexiona con nosotros, decide guardar al bebé… luego habrá un aborto, del cuál tardará meses en decirnos que ha sido inducido y a expresar su vergüenza y su culpa con respecto a esto… Pero “estaba por encima de mis fuerzas… y luego, ya tenemos tantas dificultades con Felipe !.  Si el bebé iba a ser como él! Felipe no sabe nada del aborto…. Oficialmente, su madre está muy afectada por el aborto.  Algunos meses después, en sesión de terapia, él dibuja una madre-barco que ataca su pequeño barco que no quiere y lo envía al fondo del mar.  De qué pequeño barco se trata? Y qué hacer?.

3. Por otro lado, los intercambios con los padres los convencen de levantar el secreto.  Pero aún así, hay que:

* No precipitarse y verificar que su motivación se volvió personal (no por conformismo y para darnos gusto!).

* A veces, ir hasta preparar el momento de la revelación (por ejemplo a través del juego de roles), incluso ayudarlos y funcionar como facilitador.

* Volver a hablar luego de lo que se vivió con respecto a la revelación: con respecto al contenido del secreto, del silencio largo tiempo guardado, etc.  Ayudar a disipar los malentendidos residuales y proceder con el niño y los padres, juntos o separados.

4. Quedan entonces las veces, donde los padres quieren mantener el secreto contra nuestro punto de vista, con motivaciones variadas y variablemente movilisables (miedo, convicción profunda, vergüenza remanente, etc.).

a) En la mayoría de estos casos, ganamos al decidir poner nuestro punto de vista en suspenso y aceptar la elección de los padres sin ceder a la impaciencia ni al pasaje al acto (Epelbaum, 1995), nos esforzamos luego en mantener el diálogo sobre lo que ha sido necesario para la edificación y el mantenimiento del secreto ( G. Diatkine, 1984).

Es que en efecto, el mantenimiento y el manejo de éste, “firma” la relación entre el portador del secreto y los otros: para el portador, manejar su estilo relacional como cree es cosa muy importante (Mairesse, 1988).  Habitualmente, él no se justifica de imponer del exterior un cambio importante – real y simbólico en este caso – al mundo relacional querido por el portador: se sentiría desposeído, no solamente de su secreto, sino también de su derecho de manejar su vida y las consecuencias podrían ser muy negativas (ruptura de la relación terapéutica, depresión, descompensación psicosomática).

b) La única excepción imperativa a esta elección está constituida de la alianza, lo hemos evocado al exponer nuestros principios: es impensable mantener un secreto cuya existencia conlleva un peligro grave para otro y cuya revelación, creemos que lo atenuaría o lo suprimiría; “peligro grave” a menudo es tomado en el sentido restrictivo de peligro físico.

Otra excepción, rara también, y ya más discutible, está constituida por los secretos de los cuales tenemos la convicción que su mantenimiento conduce el proceso terapéutico a un impasse total.  Podemos entonces poner fin a éste invocando un pretexto secundario sin traicionar el secreto. Pero hay que mirar dos veces antes de tomar esta decisión que a menudo consiste en dejar al niño solo para manejar su angustia impotente: quedar presente a su lado, señalando al mismo tiempo a los padres nuestra diferencia de punto de vista con su elección puede ser menos desesperante para el niño.

c) Cuando el secreto es mantenido, el terapeuta que se encuentra frente a un excluido del secreto está en una posición análoga a éste : en nuestro paradigma (12), el adolescente debe construirse frente a un misterio que le hace sombra, pero que le está prohibido explorar claramente, el terapeuta sabe, pero no puede decir nada de lo que él sabe.

Cómo reaccionar entonces si él tiene la impresión de que el adolescente « da vueltas alrededor del secreto » cuyo conocimiento está oficialmente prohibido ?.

El debe guardar silencio, pero puede comprometerse, pero de manera no pesada, con un ligero guiño de ojo benevolente que significa para el excluido “Tu idea (o tu pregunta) no es ni estúpida, ni mala, pero no puedo decirte nada en respuesta”.  Incluso, puede motivar discretamente a esta persona a ejercer su curiosidad y a pensar sin tabús : « Qué crees tú ?, qué imaginas tú ?, es que esto verdaderamente puede pasar, lo que tu mencionas?”.

Si, sobre esta base, el adolescente se arriesga en hipótesis a concretar sobre lo que pudo pasar, podemos, sin tomar partido, intercambiar con él ideas generales sobre los fenómenos humanos que él pone en juego (“Eso puede suceder, que los adultos se suiciden, etc… qué son las razones y las consecuencias posibles para ellos y para su familia?”). Sin embargo, a menudo, es más a través de producciones imaginarias y simbólicas que el otro muestra que progresa en su cuestionamiento (13).  Al adulto acompañante le toca estar atento y dialogar con él permaneciendo en el campo de la expresión escogida (no descifrar salvajemente por supuesto!!) (Hayez y coll., 1995).

d) Finalmente, si se tiene la convicción que el excluido conoce « casi » el secreto, se puede informar a los padres y volver a plantearles la cuestión.  Cuando el secreto es revelado por los padres, aún se puede hablar con el joven sobre las motivaciones que los empujaban a este largo silencio y de lo que sentían con respecto a esto.  También se puede hablar de las razones que el terapeuta tuvo para guardar silencio y de las eventuales consecuencias sobre la relación de confianza.

 

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NOTAS

 

Nota (2) : No incluiremos en nuestra definición los secretos que todo el mundo conoce en la familia pero sin comunicar con respecto a ellos y que no se hablan al exterior (por ejemplo : el alcoholismo del padre).

Nota (3). Si, quiénes son egosintónicos si él se orienta hacia la perversión.

Nota (4). Todos los otros no son unánimes para incluir en la categoría « secreto de familia » a los secretos guardados por una sola persona y que conciernen más su vida presente.  Ellos reservan la apelación de secretos conocidos por al menos un sub-grupo y que incluyen experiencias graves y, para una parte de entre ellos, al menos, pasadas.

Nota (5) El conjunto de los niños o un sub-grupo precisamente concernido.

Nota (6). Que esté bien claro que empleo el « nosotros » para armonizarme con la forma de conjunto del texto.  El contenido de los párrafos dos y tres constituyen sin embargo esencialmente un testimonio personal, que se presta evidentemente a discusión!.

Nota (7). Podemos razonar de manera análoga si se plantea el problema de vida entre otros tipos de compañeros por ejemplo un alumno, su profesor y/o su institución escolar.

Nota (8). Cuando se trata de trabajar con un adolescente, esta elección del compartir informaciones entre A y B no es la única posible.   Allí donde ellos estimen que no hay riesgo de manipulación psicopática o perversa, A y B también pueden escoger no decir nada sobre lo que aprenden en sesión monogeneracional, entonces, en el momento de las “cosas en común”, también se encuentran en la misma posición que la parte de la familia con la cual han trabajado separadamente.  Les queda a mantener su palabra!.

Nota (9). Pasar a esta o juntarse luego no es imposible, mediante un rito de pasaje ya sea el terapeuta B, sea un nuevo terapeuta C.  Si es el caso, este nuevo módulo está caracterizado por una confidencialidad mucho más estricta.

Nota (10).  Para recordar, en el ejemplo que no sirve de hilo conductor, el adolescente no sabe nada oficialmente del suicidio de su abuelo.

Nota (11). Incluso a veces ser asociados eventualmente, de una cierta manera (por ejemplo como hijo y posible heredero de un enfermo mental, de un criminal).

Nota (12). En nuestro paradigma, B que se encuentra frente al adolescente conoce el secreto, ya que entre A y B la comunicación es total : A y B constituyen una persona moral y, con respecto a esto, no hay permiso de demandar a los padres ni al adolescente.

Nota (13). Los adolescentes pueden hacer referencia a una película, a un libro a algo que sucedió a alguien más.  Los niños, dicen mucho en sus dibujos, sus juegos, sus historias.. por otro lado, podemos motivarles un poco, poniendo un poco de sí en la escena, prudentemente, uno u otro (inicio de) tema ardiente!!!

BIBLIOGRAFIA.


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