Traduccion de la Pra Ana Teresa Van der Horst, que agradezco muchissimo

 

 

 El choque

 

En una escuela maternal y primaria cercana a mi casa, un maestro se suicidó de manera totalmente imprevista: un sábado lo encontraron colgado de una viga de su garaje.  Sus alumnos eran niños muy pequeños (cerca de los 3 años), de quienes él se ocupaba con gentileza y eficacia desde hacía varios años.  Muchos niños lo querían, continuaban a hablar con él ocasionalmente después de pasar de curso, y las niñas que estaban  finalizando la escuela primaria adoraban venir a ayudarlo con las comidas de los niños.  Era un hombre a la vez discreto, que no hablaba de sí mismo, y muy activo puesto que realizaba muchas cosas tanto en su domicilio como en la escuela.

Luis era apreciado por todos sus colegas, aunque no se mezclaba verdaderamente con sus grupos.  Nunca pidió una licencia por enfermedad, no manifestaba un estado depresivo que hubiera preparado el terreno para lo que pasó, no había drama conyugal conocido.  Él comoquiera le había dicho a una colega que se sentía fatigado desde hacía un mes, que ha veces se sentía harto y que no enseñaría hasta la edad de la pensión…

¿Había algún oscuro secreto del que querría escapar?  No es imposible, pero ¡vaya Usted a saber!  Cerca  de su cuerpo encontraron un breve mensaje para su familia: “Les pido perdón”

 

El director de la escuela me contactó el domingo y nos pusimos de acuerdo sobre los primeros grandes puntos de las intervenciones a realizar:

-         Los padres de los niñitos de la clase del Sr. Luis fueron advertidos el mismo domingo.  Se les invitó a informar a sus hijos, prestando atención a lo que ellos dejarían ver de sus propias emociones en ese momento: en efecto, los pequeñitos son más perturbados y desestabilizados por las emociones de sus parientes que les hablan, que por el contenido de lo que escuchan.  En cuanto al contenido, se les recomendó que se inspiraran de lo siguiente: “Hay una mala noticia.  El Sr. Luis está muerto.  Así que ya él no volverá a ocuparse de ustedes.  Estamos tristes.  Es algo triste.  Y mañana será Zoé quien se ocupará de ustedes“(1.)   Y luego debían verificar que el niñito comprendió y permitirle reaccionar.

-         Nosotros decidimos organizar intervenciones en cada clase, del sexto de primaria a la tercera maternal.  Información y diálogo a llevar a cabo primero con el maestro3  y luego, en un segundo momento, a retomar con la clase, el maestro y una psicóloga.  Yo me mantuve disponible todas las mañanas de esa semana, la psicóloga escolar lo estaba el lunes, y nos repartimos las tareas.

 

 

  En lo que respecta a los cursos de primero y segundo de maternal, cuyas clases estaban próximas en el edificio, es la psicóloga escolar quien pasará el tiempo necesario para estar presente de manera informal, escuchar, observar si los niños parecen estar en crisis, hablarles y apoyarlos. Yo preví también algunos momentos el lunes y el martes, en los que yo sería accesible para hablar con losmaestros que tuvieran dificultades particulares con tal o cual alumno, y para todo adulto que lo solicitara (4). 

-         Nosotros previmos un momento de encuentro libre en la pausa del mediodía con los maestros y otros trabajadores de la escuela que lo desearían.

-         Habitualmente los rumores se propagan a gran velocidad, por lo que supusimos que muchos niños y padres serían informados al llegar a la escuela al día siguiente.  Así que pegamos en el panel de entrada una foto de Luis, el anuncio de su muerte (sin decir la manera), agradecimientos por todo lo que él había hecho para la comunidad y un gran crespón negro. Por otra parte, el director y un profesor “cool y tranquilo” se encargaron de recibir los padres que lo solicitaron, pero con un mensaje breve y que procuraba mantener a distancia los chismes: “Es cierto (que él murió y, si es mencionado o preguntado por el padre, que él se suicidó).  Nosotros estamos todos consternados.  Por respeto hacia él, no deseamos hablar de los detalles.  Nosotros hicimos todo lo que había que hacer para ocuparnos apropiadamente de aliviar la pena de sus hijos y un psiquiatra infantil y la psicóloga escolar están presentes para ayudarlos”. 

El domingo, el director y yo no anticipamos más de ahí para preparar lo del lunes.  Habrán todavía muchas cosas que improvisar y determinar, pero por el momento hay que dejarse vivir un poco.  En el transcurso de la semana, el equipo se adaptará a las circunstancias y organizará los ritos del adiós (5);

  

  1. Las intervenciones en sí mismas : proceso general 

 

Las intervenciones pudieron desarrollarse siguiendo el esquema previsto.  En cuatro días, yo pasé una hora en cada clase con el maestro, y a veces con el director, apoyándome usualmente en los intercambios y trabajos que los niños ya habían hecho (dibujos, textos, diálogos…) y pidiéndoles que me los contaran. 

Pude apreciar las diferencias de cultura de cada clase en lo relativo a la organización de los intercambios, a la toma de palabra y al ambiente que imperaba: aquí se sentaban en círculo en el suelo, soltando sus emociones al igual que su maestro ; allí se sentaban sensatamente en sus bancos, bien organizados.  Pero en ninguna parte había un tabú para hablar, entre otras razones porque los adultos tenían tanta necesidad como los niños de comprender y de liberar sus emociones por medio de la palabra. 

Durante los intervalos, uno u otro adulto me abordó para hablar de la reacción, juzgada extraña, de un niño: “Paul (siete años) habló de países donde se ahorca a los niños”, “Matilde (ocho años) llora desde hace una hora sin poder controlarse”, “John (diez años) dijo que había que romperle la cara a todos los que se suicidaran, que son unos cobardes”.  A veces, como quien no quiere la cosa, brevemente, un adulto me habla de sí mismo, primero para excusarse por haber tenido una reacción emotiva delante de mí, lo que se convierte en la ocasión de abordar la relación que él tenía con el colega difunto, su propia incomprensión ante el misterio de la libertad humana, su eventual culpabilidad por no haber visto venir el suicidio, etc.

Las reuniones, más estructuradas, que tuve con los adultos se desarrollaron en el mismo ambiente.  En la primera reinaba primero un silencio de plomo: aunque estaban en estado de choque, ¡los adultos retienen más sus emociones entre ellos que delante de sus alumnos! Yo comparto también ese fuerte momento de duelo traumático, en un silencio reverencial.  Luego, comoquiera les estimulo a hablar, sirviéndome sobre todo del recurso de hablar de las reacciones de los niños que les habían impresionado más (Dr. Hayez: “Tal niño no comprende que… ¿Y ustedes?”, “Él me dijo que… y ustedes, ¿qué piensan?”).  Cuando me iba les reiteré mi disponibilidad durante la semana.

 

Mis interacciones con los grupos de niños 

 

 Las emociones en estado bruto

 

La primera clase que visité el lunes hacia las 10 de la mañana fue una de sexto de primaria.  Los alumnos tuvieron justo el tiempo de un primer intercambio con su maestra, quien a seguidas les pidió que escribieran un texto sobre lo que ellos estaban sintiendo.  Yo me senté en el suelo en el círculo que ellos habían formado.

En ese grupo se encontraban algunos pre-adolescentes, quienes comenzaban a perder las bellas certidumbres de la infancia, y en particular las niñas más grandes, tal vez vagamente enamoradas del Sr. Luis a quienes ellas iban a ayudar en su clase.  Más de la mitad de la clase lloraba en silencio a lágrima viva.  Produciéndose el contagio, las lágrimas nos llegan también a la maestra y a mí y nosotros las compartimos con ellos en un ambiente de recogimiento.  Frente a mí, cuatro niños mayores –de quienes yo me enteraré a seguidas que ellos son “los revoltosos” – lloran y se arriman unos a otros, prodigándose caricias de consolación.

 

 

Yo me quedé callado el tiempo suficiente, dejando las cosas venir, agradeciendo al grupo el haberme acogido y permitirme compartir ese tiempo tan intenso con ellos.  De vez en cuando yo me aventuré a emitir un comentario sobrio para poner en palabras ese torrente de emociones: “Ustedes están todos tristes porque perdieron un amigo”; “Sus lágrimas son tal vez un regalo que ustedes hacen al Sr. Luis, para decirle que lo quieren”.  Entonces redoblan las lágrimas, pero, bueno ¿por qué no?  ¿Acaso no es parte del camino de liberación interior, si por lo menos ellas son seguidas por las palabras?  Y después de quince minutos de compartir en recogimiento esa gran pena, la maestra y yo nos secamos los ojos y comenzamos a hacer hablar los niños capaces de hacerlo mientras los otros escuchan, todavía ahogados por la pena.  Estos últimos no fueron forzados a hablar, sino que recibieron de nuestra parte una sonrisa, un guiño, un pequeño signo cariñoso.  Y entonces, sin presionar, nosotros preguntamos: ¿Quién quiere hablar de su pena? ¿Quién quiere explicar por qué se siente triste? ¿Quién acepta leer el texto que acaba de escribir?” 

Ese fue para mí el momento más fuerte de la semana.  En tres otras clases habrá también muchas lágrimas y yo me di cuenta de que eso pasaba cuando el maestro parecía estar más sensible, tal vez de ser el más apegado a Luis: ¡así son las cosas, así funciona la influencia de los adultos sobre los niños! 

Y ahora les revelo lo que los niños me dijeron y lo que yo les respondí, en un orden que me parece más lógico que cronológico. 

Escuchar y hacer desplegarse 

        Escuchar lo que los niños saben

 

 Ellos saben todos6 que el Sr. Luis murió; por eso yo les estoy haciendo describir lo que es la muerte y lo que ellos ya saben sobre ella.  Recibí muchas respuestas “relacionales” (por ejemplo la muerte de un abuelo con algunos comentarios al respecto) y otras muy concretas (la observación de un animal muerto en el caso de los más pequeñitos).  Ellos pueden explicarme los componentes y parámetros de la muerte: ya no moverse más; no respirar más; ir dentro de la tierra; estar frío; para siempre.  De paso, aprovecho la ocasión para eliminar la confusión muerte-sueño.

Más de un niño por clase expresa espontáneamente cómo el maestro murió y ahí nosotros no tenemos elección: hay que hacer de eso un saber colectivo.  Circulan entonces palabras como suicidio, ahorcarse o incluso, en el caso de los mayores, no querer vivir más.

          Escuchar lo que viven los niños

 

Muchos hablaron de su tristeza.  Entre los más jóvenes (alrededor de 5 años), con quienes trabajamos a partir de dibujos que hicieron, muchos representaron grandes corazones rojos intactos, rotos, llorando o rodeando el personaje del Sr. Luis.  ¿Por qué están tristes? “Porque lo queríamos, porque él nos quería, porque no lo volveremos a ver”.  Algunos de más edad se sienten tristes “por su mujer y sus hijos” a quienes él abandonó.

Pero unos cuantos expresa también su cólera, ya sea espontáneamente, ya sea en respuesta a una cuestión que yo planteo: “Él abandonó a su mujer y a sus hijos.  Él ya no vendrá a vernos… Es fácil eso… Uno ya no podrá decirle nuestros problemas… Él lo escogió, uno no puede hacerlo, no está bien” 

         Escuchar lo que los niños piensan

 

Desde el segundo año de primaria surge de todos lados esta pregunta tan típica de la inteligencia humana que trata de comprender: “¿Por qué?”.  Pregunta universal pero que se reactiva de manera particular ante la experiencia traumática: “¿Por qué pasó eso?” emparejada de: “¿Cómo ocurrió? Yo quiero saberlo con todos los detalles”.  Pregunta que se generaliza bien rápido en: “¿Por qué un ser humano puede llegar a suicidarse?”  Los elementos de información que cada niño puede conseguir en ese campo del por qué y del cómo, a partir de los cuales él construye una síntesis personal, le permiten apaciguar sus angustias ante la amenaza traumática y su recidiva o repetición: él se siente poseer el poder del saber y así cree en mayor medida que él podrá afrontar el peligro. 

“¿Por qué y cómo él hizo eso?”  Yo no respondí de una vez y primero estimulé la expresión de sus pensamientos en el modo imaginario; escribí simplemente palabras-claves en la pizarra, reflejando empáticamente lo que ellos acababan de decir.  A veces yo también maticé o relativicé una de sus ideas, diferenciándome o difiriendo de ellas, o si no los tranquilicé con respecto a las dimensiones inútilmente amenazantes de lo que ellos acababan de expresar: “Eso que dices existe pero no se aplica probablemente al Señor Luis… El riesgo que tu evocas ahí no parece ser posible, etc.” 

---- “¿Por qué el hizo eso?” 

Al escucharlos y al escribir en la pizarra, yo los ayudé a categorizar tres componentes de la respuesta, aquellas que me parecen las más probables en el caso presente) (7): 

 

 

  1. La existencia de un sufrimiento poco tolerable.Muchos pensaban que el Sr. Luis se sentía sin duda muy desgraciado; pero ellos no sabían por qué, o sino invocaban hipotéticas preocupaciones de pareja, de familia, en la escuela o relativas al dinero.  Algunos hablaron de una gran disputa con su mujer: aquí, yo me diferencié y los hice reflexionar: Ellos también a veces tienen serios conflictos con sus padres.  ¿Qué hacen entonces? En vez de buscar la muerte, ellos “escogen” echar pestes, estrellar la puerta o encerrarse en su dormitorio, y yo comenté que ellos tienen mucha razón al reaccionar de esa manera! Añadí también que una gran disputa conyugal no podría empujar indirectamente hacia la muerte sino cuando ya uno se siente muy desgraciado desde antes, como la última gota de agua que hace derramar el vaso.  ¡Si no, eso sería un chantaje afectivo muy injusto para el otro de la pareja que queda vivo! 
  1. 2. La existencia de una dificultad para comunicar.Pocos niños relataron espontáneamente este componente.  Son probablemente aquellos que comunicaron sobre el evento en su casa con sus padres8 “Él guardaba sus secretos… él no hablaba de eso… él no lo mostraba… él hubiera debido pedir ayuda”, 

Yo los estimulé a todos a profundizar la reflexión sobre este tema: ¿Él hubiera podido hacer algo si se sentía desdichado? ¿Qué hacen ustedes cuando tienen una pena? La mayor parte de los niños encontraron por sí mismos que ellos prefieren hablar a alguien en quien confían cuando tienen una gran preocupación o una pena.

Yo subrayé con un ligero énfasis que ¡eso es verdaderamente una buena idea! Y entonces ellos evocaron todos sus interlocutores potenciales, desde el amigo, la hermana, la maestra de la escuela, los padres y abuelos… hasta el perro, el amigo imaginario, el padrino fallecido y el diario personal.  ¡Increíble y maravillosa diversidad humana, a la que hay que darle la bienvenida siempre y a veces ayudar a evaluarla mejor! 

  1. La existencia de la libertad interior y una elección que constituye al mismo tiempo un error cognitivo.A partir del cuarto de primaria, estos conceptos son a menudo evocados:“Él no estaba obligado… él quiso morir… él lo decidió…”  Yo maticé un poco (probablemente no era tanto una elección activa de la muerte lo que hubo, sino la de escapar a sus sufrimientos).  Hice también reflexionar a los niños acerca del concepto de error, palabra  que yo escribo en letras grandes en la pizarra: ¿Fue una buena elección en el sentido de una elección inteligente? A mi parecer no, ya que los problemas de vida hubieran podido resolverse de otra manera.  El Sr. Luis hubiera podido recibir ayuda y no la pidió; ahora es demasiado tarde, él no podrá nunca hacer marcha atrás: así que el Sr. Luis se equivocó e hizo una tontería.

 

Los niños aprobaron lo dicho y algunos –los enojados- pasaron rápidamente de la noción de mala elección cognitiva a la de mala elección moral.  No verdaderamente porque nuestra vida no nos pertenezca, sino porque él hizo sufrir a los otros: “Él abandonó a su familia… él ya no quería más saber de nosotros uno habría podido ayudarlo… eso es demasiado fácil”.  Yo relativicé en algo la intransigencia del juicio de ellos al recordarles el probable sufrimiento interior de su maestro, pero no invalidé completamente lo dicho por ellos: Él no quiso activamente hacer sufrir a sus seres queridos, pero la idea de ese sufrimiento tampoco lo detuvo.  Es posible, en efecto, que eso sea malo… ¿pero tenemos nosotros el derecho de juzgar, nosotros que cometemos también nuestra parte de faltas?

 ---- “¿Cómo él hizo eso?” 

Aquí también, es importante para los niños el expresar lo que ellos saben e imaginan a propósito de eso y así liberarse, del todo o en parte, del aspecto traumático de su saber. 

  1. Hubo ahorcamiento, por lo tanto había que escucharlos enunciarlo y precisar con ellos en qué consiste eso y por qué eso provoca la muerte.  Además, yo intenté calmar algunos desbordamientos de la imaginación: la bolsa plástica sobre la cabeza, la sangre cubriendo todo el cuerpo, e incluso el corazón arrancado del cuerpo.  Algunos niños asociaron con los ahorcados que uno ve en la televisión, ejecuciones públicas e incluso, para uno de ellos, los niños que eran ahorcados en la Edad media.  Esas últimas asociaciones hacen pensar en los sueños y ensueños fantasmagóricos y pesadillescos, que vienen a enredarse con la imagen traumática más central introyectada después de una experiencia traumática. 
  1. Algunos niños se interesaron también por el proceso de lo sucedido. Yo me puse como tarea escucharlos esbozar cómo ellos se lo representaban, pero también el cortar gentilmente las exageraciones tipo “chisme de pueblo” o “construcción de una película”.Sin embargo no es fácil poner el límite entre, por un lado, la información útil a un dominio psíquico de lo que pasó, y por otro lado lo que sería una excitación morbosa, chismosa o indecente de su imaginación.   Así que yo tuve que manejar algunos “fanfarrones” que deseaban destacarse por medio de un saber exclusivo y algo sensacionalista.   Al escucharlos, parecería que ellos conocían detalles picantes u horribles sobre la pareja del Sr. Luis o sobre su muerte, detalles obtenidos o extorsionados a sus padres, los cuales estaban supuestamente enterados del secreto.  A esos también yo tuve que escucharlos sin enervarme ni descalificarlos enseguida, ni tampoco dejarme fascinar o aceptar sus chismorreos. Así que yo me esforcé por reorientarlos, indicándoles que más allá de cierto límite hay que respetar la privacidad de la familia implicada. 

Apoyándonos en este marco, nosotros reconstruimos juntos el guión probable siguiente, a veces en su totalidad, a veces de manera incompleta en ciertas clases9“El Sr. Luis salió de su casa de madrugada; él escribió rápidamente una carta a su familia para pedir perdón.  Fue hacia el garaje, amarró una cuerda a una viga y luego alrededor de su cuello y saltó desde una pequeña silla para estrangularse.  Murió de una vez por asfixia.  Cuando su mujer se despertó no lo vio a su lado.  Ella lo buscó, se preocupó y llamó la policía.  La policía buscó y encontró su cuerpo dentro del garaje.  Pusieron su cuerpo sobre una cama especial para los muertos.  Su mujer y sus hijos lloraron mucho y se preguntaron: “¿Por qué hiciste eso?”  Ellos encontraron la carta que les consoló un poco pero comoquiera siguen tristes y enojados”.

Mientras implementé los elementos de ese guión, yo a menudo averigüé: ¿Cada uno comprende bien lo que se dice?  ¿Hay preguntas qué hacer? ¿Sentimientos o ideas para compartir? Es en este ambiente que surgieron por pedacitos lo que yo llamo:

 Profundizaciones científicas y filosóficas. 

 

Descritas sin seguir un orden, ellas tratan sobre :

 Más allá de la muerte 

¿Qué pasa con el cuerpo? (No pasa a ser nada, sino a ser polvo fértil que participa en el ciclo de la vida).  ¿Qué es el espíritu? (que algunos niños llaman alma… ¿pero es verdaderamente la misma realidad? ¿Él sobrevive a la muerte? Si ese es el caso, ¿donde ella él?  Esta discusión fue lanzada a partir del tercero de primaria, volveré a hablar de eso luego.  Yo matizo o relativizo sus respuestas, mencionando nuestro derecho a lo imaginario (podemos soñar y contarnos historias que nos hacen bien), a nuestras convicciones religiosas o laicas (algunos niños dicen creer en una permanencia del espíritu, en lo sobrenatural, en Dios –hasta mencionar las oraciones que acaban de hacer – y otros no).  Pero también menciono nuestra ignorancia científica (en definitiva, nosotros no sabemos lo que pasa).

 

Intervenciones delicadas puesto que yo debía, al mismo tiempo, respetar el derecho de los niños a expresarse  y también distanciarme de algunas de sus certezas.  Donde yo debía comenzar a hacerles comprender algunas realidades abstractas y mejorar las que ellos sospechaban o ya estaban integrando.  Yo me acordé entonces de Piaget, quien declaraba que no había que dudar en poner al niño frente a “conflictos cognitivos” que él no comprende de una vez, y cuya resolución progresiva por medio del trabajo de su pensamiento hace – precisamente - madurar su inteligencia y su saber.

 La conservación mental 

 

Nosotros podemos mantenernos en relación con una persona después de su muerte.  Si lo deseamos podemos continuar a pensar en ella, a amarla hasta hablarle, como a un amigo no visible… Eso no es verdaderamente la misma idea que figurarse que el muerto –su espíritu (¿su alma?)- vela por nosotros desde algún lugar misterioso simbolizado por el cielo. 

Ese tema de la conservación es paradójicamente más fácil de asimilar por parte de los más pequeñitos ya que ellos lo aceptan intuitivamente y no preguntan más allá (“Uno puede continuar a amar al Señor Luis, como antes, si él quiere”).  En el caso de los niños mayores, por el contrario, en quienes la inteligencia operatoria concreta funciona plenamente, hay angustias que se expresan alrededor de temas como los fantasmas, los esqueletos debajo de la cama, e incluso ante la expresión “guardar presentes en nosotros”: medio bromeando, una niña de ocho años exclama. “¡Él va a comerse todo nuestro corazón”!  Otro niño cuenta una película en la que encogieron el tamaño de unos científicos10 ¡para que ellos viajen dentro de un cuerpo viviente y dormido!  Bien delicado que resulta el sensibilizar a los más grandes sobre que una relación puede continuar con una persona que dejó de existir de manera material, pero que eso no tiene nada que ver con el retorno imprevisible de un “espíritu” en el sentido de fantasma.  Por suerte, algunos se acordaron de alguien cercano fallecido, con quienes ellos se sentían todavía en relación y lo expresaron por medio de ilustraciones concretas.

 Realidades todavía más abstractas

  

  1. Algunos niños dudaban de que el Sr. Luis se hubiera sentido desgraciado ya que él no dejaba ver más que sonrisas y disponibilidad.  Para ayudarlos a comprender las maneras cómo se sienten los humanos, yo me apoyé una vez más sobre las vivencias de ellos: “¿Y ustedes? ¿Puede suceder que sus padres, sus amigos no puedan darse cuenta de algunas cosas que ustedes viven pero sin demostrarlas?”  Entonces, reflexionamos sobre la posibilidad de disimular cómo uno se siente y sobre el derecho al jardín secreto. 
  1. “¿Por qué él no dijo nada sobre lo que no iba bien?” Yo les reenvío la pregunta: “¿Por qué, a su parecer?”  Y algunos psi en pantalones cortos emitieron hipótesis pertinentes (No querer parecer idiota; tener miedo de las indiscreciones; miedo de que ya no lo quieran más; miedo de que eso no sirva de nada…).  ¡Cuán maravillosa es siempre la riqueza del pensamiento sensible de los niños!  ¿Acaso resulta útil que yo haya hecho todos esos años de estudio, cuando oigo expresarse a mis colegas tan jóvenes?  Sea como sea, esa fue la ocasión de hablar de la timidez, del pudor, de los secretos y, una vez más, de la importancia de comunicar. 
  1. “¿Es posible amar a alguien y al mismo tiempo estar enojado con él?”  Aquí también, la referencia a las disputas que los niños tienen a veces con sus padres o sus amigos/as los ayudó a comprender el sentirse de ambivalencia: Es posible amar a alguien sin por lo tanto aprobar todo lo que él hace.

Pero algunos fueron más allá y hasta llegaron a decir: “Yo estoy muy enojado, ya no lo quiero más” o “A mí me da lo mismo”: también ante ellos es muy importante –yo diría incluso esencial- reconocerles el derecho de vivir sentimientos muy diferentes de los de la mayoría. 

  1. Y uno u otro declaró que si el Sr. Luis se ahorcó, fue porque algunos de sus hijos habían estado muy difíciles.¡Nueva idea delicada que hay que comentar!  Yo estaba persuadido que ésta emanaba de niños que habían sido malvadamente culpabilizados por medio de amenazas afectivas o de abandono.  Pero yo no tenía deseos de provocar demasiadas expresiones personales a ese respecto.  Así que hice reflexionar todo el grupo: “¿Eso es posible?”  ¡La tendencia fue más bien decir que sí! Entonces yo disentí del pesimismo de ellos, fruto de una cultura educativa que se mantiene más negativa que positiva: Ser difícil en ciertos momentos, eso es algo inherente a la vida de los niños, y los padres tienen a veces reacciones exageradas e incluso malvadas para afrontarles. Es una pena porque entonces los niños se sienten muy trastornados: ellos piensan que es verdad que uno puede ya no amarlos más, que uno puede matarse por culpa de ellos o también que la pareja parental puede separarse…

 Una noche agitada

 

El martes en la mañana, yo trabajé con las clases de tercero y cuarto de primaria.  Se me ocurrió una idea para iniciar la conversación: “¿Hay quien haya dormido mal esta noche?”  Numerosas manos se levantaron.  Algunos niños hablaron espontáneamente de sus sueños, sobre todo pequeñas pesadillas post-traumáticas (por ejemplo la cabeza de un ahorcado que les persigue haciendo muecas).  Yo los escuché y les expliqué muy brevemente cómo uno funciona después de un traumatismo (esas resurgencias se espaciarán y desaparecerán dentro de unos días). 

Otros tuvieron sueños de negación (“Él todavía no está muerto… él juega con nosotros”) Es la ocasión de preguntarles lo que ellos hubieran dicho o hecho si se hubieran encontrado con el Sr. Luis poco antes de su muerte (ver más abajo el párrafo VII: “Volver a poner los niños en una función de actores” Una niña de siete años contó un sueño simbólico: “Yo estoy sobre un gran barco en el mar.  Luego el barco se voltea y se hunde y yo me muero”.  Linda evocación de su sentimiento de abandono por parte de aquél que algunos niños llamaban: “El papá de la escuela, quien se fue”, pero que me hace más bien pensar en una Buena Madre, aparentemente tan tranquila pero que se hundió en cuerpo y alma.  

Otros niños hablaron de sus pensamientos antes de dormirse, dirigidos hacia el Sr. Simón y que ya comenté en los párrafos precedentes.  Otros más cuentan que ellos tuvieron más bien miedo antes de dormirse, miedo de que un desconocido entre en la casa para atacarlos, e incluso miedo de un fantasma o un esqueleto.  Yo los ayudé a comprender que es su deseo de que el Sr. Simón esté todavía en vida lo que se oculta tras el fantasma.

Y esa es la ocasión de hablar con el grupo sobre los miedos al dormirse y de las estrategias para vencerlos. Fue una discusión inacabada que yo les propuse continuar con sus maestros, pero en la que tuve comoquiera la ocasión de hablarles de mis trucos particulares: Gritar muy fuerte dentro de su cabeza: “No, eso es mi imaginación” y pensar en algo muy alegre. Pero sobre todo, les ofrecí una fórmula mágica que yo soy el único que la conoce y que hace huir radicalmente a todos los enemigos de la noche.  Hay que gritar: “Cuco cuco bouf bouf11 ” Yo les hice repetir en coro la fórmula dos o tres veces.  Todo el mundo se rió a carcajadas y ese momento improvisado de ensueño y de poder mágico me pareció importante para mostrarles que la vida continúa.

 

 

 Algunas situaciones particulares

 

 ---- Otro niño de 9 años contó que él perdió su mamá hace dos años; uno más, su papá hace cuatro meses; un tercero había sido informado de dos suicidios relativamente cercanos en dos años.Cuando uno evocó la posible disputa del Sr. Luis y de su esposa, algunos niños hablaron de las disputas de sus padres, más o menos ruidosas y más o menos ansiógenas. 

Y eso, sólo en el caso de quienes se expresaron, ya que yo imagino muchas otras “vibraciones personales” que permanecieron secretas.  Ante esos niños que comenzaron a expresar espontáneamente sus experiencias personales dolorosas, mi actitud fue: hacerles hablar un poco más, preguntarles algunos detalles sobre sus experiencias y sus sentimientos, uno o dos minutos, y terminar asegurándoles que yo tendría un pensamiento particular por ellos y que ellos podrían sin duda comprender mejor que otros eso que pasaba alrededor del Sr. Luis.

Una ilustración conmovedora para clausurar el tema: un pequeño niño de cinco años me enseñó su dibujo: el Sr. Luis, de pie sobre un lindo césped verde oscuro y en mitad del césped, un gran hoyo redondo de un verde más pálido.  Yo averigüé y el niño me respondió: “Es una trampa para mamuts” ¿? “Así, ellos permanecerán prisioneros”.  Yo sonreí y lo felicité por su imaginación pero sin comprender mucho.  A la salida, la maestra a quien le pregunté  me respondió, sin descodificar ella misma el juego de símbolos presentes, “Su mamá murió hace dos años y en esa ocasión el Sr. Luis ayudó mucho a su familia”.  Sin otros comentarios…mama… mamut.

 ---- Un niño que tenía la reputación de no tener problemas hizo muchas preguntas sobre las técnicas de suicidio, el sufrimiento o la posibilidad de fallar y preguntó si los niños pueden también suicidarse.Simple curiosidad de una viva mente científica y capaz de muchas asociaciones… ¿o niño depresivo y tentado por el suicidio? ¡Vaya usted a saber!  Yo lo escuché y respondí dirigiéndome a todo el grupo, insistiendo una vez más sobre la importancia de compartir sus penas y preocupaciones. Pedí también a los adultos de vigilarlo un poco más.

 

 

 Algunas palabras sobre los pequeños del tercer curso de maternal.

 

Para apoyarme sobre un punto de salida concreto, yo me había asegurado de que ellos prepararan un dibujo antes de mi llegada.  Ellos entonces vinieron a mostrar y comentar sus dibujos a mí y a los demás: muchos corazones rojos de todos los tamaños, algunos llorando o desgarrados; también muchas representaciones del Sr. Luis de pie y sonriendo; los más científicos lo representaron dentro de la tierra y uno u otro dentro de su garaje, la cuerda al cuello.

Si tuve que limitarme a algunos conceptos claves frente a mis pequeños interlocutores, simplificar el lenguaje y verificar más que nunca que ellos comprendieran, ellos estaban comoquiera muy conscientes de algunas realidades esenciales: Un joven muy inteligente y muy determinado tomó inmediatamente el liderazgo intelectual e hizo una exposición sobre la disociación cuerpo-espíritu: “El Sr. Luis está muerto; eso quiere decir que su cuerpo se va a convertir en polvo y que su espíritu se fue a otro lado”. Para sus pequeños condiscípulos, eso resultaba más misterioso: ellos asimilaban bien el concepto de muerte, muchos me hablaron de pequeños animales muertos que ellos vieron o de un miembro anciano de la familia fallecido.  Pero en lo que respecta al espíritu la cosa es más ardua.  Yo traté de decirles que nuestro espíritu no es nuestro cuerpo, que de él se trata cuando nosotros hablamos, cuando pensamos, cuando soñamos… es nosotros, pero no lo vemos, etc. 12.  Después de que uno u otro me comentó que el espíritu va al cielo o que se convierte en una pequeña estrella13, quedamos ahí y yo me centré más sobre los sentimientos (Nosotros podemos amar siempre al Sr. Luis si lo deseamos, y él nos amará siempre también) 

De lo alto de sus cinco años, uno u otro niño evoca espontáneamente el ahorcamiento, por lo que tuve que hablar de eso. Muchos no sabían casi nada, salvo que ellos imaginan que el muerto estaba lleno de sangre (la representación imaginaria espontánea que ellos tienen de una muerte brutal, gracias a los noticieros).  Por lo menos dos niños me afirmaron que su corazón estaba roto.  Sin poder mostrar bien en su dibujo lo que eso quiere decir.  A mi entender, eso es una ilustración de que los pequeños a menudo entienden las metáforas sobre el cuerpo en su sentido literal.  Ellos debieron oír recientemente que la muerte de un ser querido, incluso la del Sr. Luis, “Eso rompe el corazón” 

Muchos también expresaron espontáneamente una confusión entre “colgarse” y “suspenderse” [en francés “se pendre” y “suspendre”]… y entonces se pusieron a explicarme que el Sr. Simón murió al hacer piruetas acrobáticas de suspensión como las que ellos hacen para jugar.  Confusión que yo trato de eliminar ¡ya que sus proezas físicas son muy valiosas para su desarrollo! Y si uno les dice a veces que ellos son imprudentes [“rompe-cuello” en francés]… ¡eso no es en el sentido de este tipo preciso de muerte!  Sin embargo, habiendo evocado la cuerda en torno al cuello, yo encuentro que es importante que ellos no se pongan a hacer experiencias en ese campo14.  Así que nosotros les advertimos de manera más bien severa, la maestra y yo, sobre el peligro que implica el ponerse una cuerda alrededor del cuello (o una bufanda que uno aprieta), y de todas formas eso está absolutamente prohibido. 

Al momento de dejarles, yo les pedí a todos que cerraran sus ojos, y luego repetir juntos una frase que yo les comuniqué en voz alta, segmento a segmento.  Yo volveré a eso enseguida. 

 Volver a poner los niños en una función de actores 

 

A lo largo de una experiencia traumática, el hecho de verse de nuevo como actores contribuye al retorno de la confianza en sí mismo y del optimismo en las víctimas.  Actores para reparar de manera concreta o simbólica los daños traumáticos, ¡o para protegerse más eficazmente de agresiones futuras! Por eso yo regularmente tuve el objetivo de devolver un rol de actores a los niños, sin forzar sus ritmos ni sus sentimientos.  Por sí mismos, mis encuentros con ellos ya contribuyeron de manera fundamental: en vez de ser testigos impotentes del drama, ellos tuvieron la ocasión de expresarse sin que ningún tema fuera tabú y teniendo la experiencia de que su pensamiento fue respetado.

 

 

Y esto fue así ya se tratara de una toma activa de la palabra, de un dibujo, de un texto o incluso de una manera de ser más introvertida y silenciosa, por medio de la cual ellos toman su lugar original dentro del grupo.

Actores, yo los invité de nuevo a serlo cuando les dije que ellos podían mantenerse en relación con el Sr. Luis más allá de su muerte si ellos lo deseaban: continuando a amarlo, a seguir estando enojados con él o hablándole dentro del secreto de sus corazones…

Y ahora de manera más concreta: 

  1. Yo tuve la ocasión de preguntarles, a partir de sus producciones cuando éstas se prestaban:“¿Qué habrían hecho ustedes si…?”“¿Qué harían ustedes si…?”  “¿Qué habrían ustedes dicho y hecho si se hubieran encontrado con el Sr. Luis en la madrugada del día en que se mató?” “¿Qué harían ustedes si su amigo/a les dijera que se quiere matar?” “¿Qué harían ustedes si se sintieran muy tristes?” “¿Si se disputaran muy fuerte con…?”  Y yo subrayé positivamente todas las respuestas que se les ocurrían, muy variadas pero ninguna promovía el abandonar, el dejarse caer.

 2.Yo tuve también la idea, indicada anteriormente [pag. 14], que improvisé para vencer los enemigos d la noche, la fórmula mágica: “Cuco cuco bouf bouf”.  Yo se la hice repetir en coro para su gran diversión, hasta el cuarto de primaria inclusive, asegurándoles que eso era un gran secreto y haciéndoles jurar que no lo contarían a nadie.

 3.Y por fin, hasta el cuarto de primaria también, mi intervención se terminó con un rito de promesa de grupo.Ella vale lo que vale y no me hago ilusiones sobre el hecho de que ellos la respeten verdaderamente.  Mi meta era más bien soldarlos, unirlos en torno a un gesto potencialmente activo para reparar el sentimiento de impotencia y de culpabilidad que muchos experimentaban15.

Yo le pedí a todo el mundo que se relajaran, cerraran los ojos, pensaran mucho en el Sr. Luis y repitieran juntos después de mí, segmento por segmento, una frase que yo recité de esta manera: “Señor Luis/ yo lo quiero mucho/ y por eso le hago una promesa:/ Yo le prometo que/ si estoy triste y desdichado/ se lo diré a alguien/ que yo quiero mucho”.  Y siguiendo la tradición de los Teletubbies, les hice repetir la frase dos veces.  Con la intención de que la muerte del Sr. Luis sirviera para algo 

Al final de la primera semana, el viernes a la salida de clase, los niños hicieron una gran actividad de soltar globos en el patio, en honor del Sr. Luis.  Junto con sus maestros y el personal de la escuela.  Yo volví junto a ellos en esa circunstancia y mi globo se mezcló con los de ellos.  Algunos niños vinieron a decirme unas palabras o me sonrieron.  Muchos otros me ignoraban ya.  Una niñita se me acerca: “Yo no he olvidado, Señor, ¡Cuco cuco bouf bouf!”

 

Notas

 

1  Luis era ayudado por Zoé, una puericultora que los niños conocen bien y que se ofreció  para “dar la clase” al día siguiente para los alumnos que asistieran, eso a pesar de su pena personal. 

3  ¿Maestro? Yo me limitaré a menudo a ese término genérico.  De hecho, como en la mayoría de las escuelas en Bélgica, hay 80 % de damas por 20% de caballeros.  El Director es un señor de unos  cincuenta años, sólido y tranquilo, y conoce personalmente a todos los niños. 

4  Harán uso de esa facilidad Zoé, que no puede con la emoción y quiere hablar  de su relación con Simón y de todo lo que ella siente; el funcionario del ayuntamiento encargado de la instrucción pública y el presidente del comité organizador escolar ; y un maestro de tercero a quien un niño preguntó : « Los niños también pueden suicidarse?” 

5 Yo no diré nada en este texto sobre la atención psicológica directa brindada a familia de Luis.  Yo me informé, y tanto el apoyo como la ayuda les fueron aportadas de manera apropiada, pero eso no era mi responsabilidad directa. 

6  ¿Todos? Por lo menos la mayoría de los que se expresaban o levantaban la mano para confirmar lo que acababan de escuchar.  Entre los silenciosos deben haber algunos que verdaderamente lo ignoraban… Pero yo no traté de detectarlos ni de dirigirme a ellos, pensando que ellos terminarían al fin y al cabo por aprovechar el conocimiento de los otros 

7 Hay que notar que ellos evocaron la lista casi exhaustiva de todos los motivos de suicidio: suicidio agresivo, suicidio para huir de la vergüenza o un secreto; suicidio porque uno no soporta más el envejecer… hasta el suicidio altruista.  Yo escuché y comenté cada vez, por lo menos un poco, y luego hice selecciones.  

8 Uno u otro niño explica: “Mi mamá es psicóloga, ella me dijo que…”  Sobre todo con los más jóvenes, pero no solamente con ellos.  Eso dependía también de lo que algunos niños ya sabían o de las preguntas que hacían y que parecían ser importantes para ellos.

10  ¡Ah, la transferencia! ¡Yo, el doctor desconocido, no soy tan completamente tranquilizador para todos los niños! 

11  Y eventualmente explicarle a los padres, quienes podrían venir corriendo a ver si sus hijos no se estaban volviendo locos, que esa era una idea del doctor para niños que estuvo en su clase. 

12  Intente este ejercicio: explique lo que es el espíritu a un niño de cinco años que no tiene idea alguna… 

13  Él había visto la película del Rey león, tal vez. 

14  Recordar que después del ahorcamiento de Sadam Hussein, por lo menos cuatro niños de ocho a doce años murieron por haber querido jugar al ahorcado, a veces en presencia de compañeros impotentes para salvarlos.  

15  Yo lo siento mucho por los otros, aquellos que estaban indiferentes o muy enojados y a quienes yo arrastré también en el rito.  Como todos habíamos cerrado los ojos, incluido yo, ellos tenían la posibilidad de no abrir la boca ¡y yo espero que ellos aprovecharon esa posibilidad!