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AGRADECIMIENTOS : Le doy muchísimas gracias a la Pra Ana Teresa van der Horst ( PUCCAM Santo Domingo ) que realizó con mucha sensibilidad la traducción al español de mi texto francés. 

 

La primera adolescencia (1) constituye para muchos de nosotros una edad de la vida donde el sentimiento de identidad y los ideales de referencia quedan maltratados/maltrechos, entre la pérdida de los indicios de la infancia y las reconstrucciones más sólidas que seguirán. Ya sea que ellos vivan ese desbarajuste/perturbación conservándolo, si es que pueden hacerlo, en el secreto de sus corazones, o ya sea que lo exterioricen, a veces en un caos permanente, a veces a través de un acto aislado con un simbolismo más o menos opaco, los jóvenes, en ese momento de sus existencias, pasan a menudo por un calidoscopio de ideas y de afectos/sentimientos de inseguridad, de negativismo hacia todo y de rebeldía, de depresión o de exaltación.

Mantenimiento de una identidad heredada de la infancia (fruto del ambiente y las relaciones)

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Reconstrucción de componentes nuevos de la identidad (fruto del ambiente y las relaciones)

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Desorganización de la identidad (identidad heredada + adquisiciones recientes)

 

 

Encontramos una cierta cantidad de adolescentes que frecuentan nuestras consultas o nuestras camas de hospitalización, traídos por los padres o familiares que les han más o menos convencido.  Es raro que nos lleguen en un estado diferente a con una profunda ambivalencia, divididos entre la esperanza de ser aliviados de sus sufrimientos morales, el deber de obediencia a los adultos y la desconfianza que les inspira al mismo tiempo nuestra posible intrusión en su mundo interior.  Añadamos sus fantasmas sobre nuestras intenciones normativas ( relativas a las normas ) y el temor de ver degradada su imagen social : “ Si mis amigos supieran …”.

E incluso en la minoría de los casos en donde ellos parecen buscar espontáneamente la ayuda, o que aceptan rápido y bien la idea de encuentros con nosotros, ¿qué piden ellos en realidad ? ¿Es principalmente que les ayudemos a estar mejor y a asumir más sus proyectos de vida, como nosotros quisiéramos oírles decir (« con sus propias palabras », por supuesto …)? ¿O su verdadero móvil está en otro lado ?

Bernard ( trece años ) : padres separados, contactos escasos y difíciles con su padre.  Llega a mi consultorio después de doce meses de estar fuera de la escuela, habiendo perdido la capacidad de adaptarse y rendir en el medio escolar. Él se muestra de entrada ávido por  hablarme, ofreciendo un material abundante centrado sobre sus angustias todas arcaicas.  Pero él quisiera también, más sutilmente y sin confesarlo, que yo confirme su derecho a quedarse dentro del dulce nido del hogar.  Aurelie ( trece años ) acepta hablar en presencia de su madre, pero es para explicarme que ésta no entiende nada de nada; ella espera de mí que yo sermonee su madre ahí mismo.  En cuando a David, que yo había visto una primera vez cuando él tenía doce años debido a dificultades relacionales relacionadas con su inserción escolar, si él vuelve a verme por u propia iniciativa tres años más tarde “ para un problema personal ”, y si él me cuenta, primero con prudencia y duda, que él ha comenzado a flirtear con los hombres en lugares públicos, yo comprendo poco a poco que en el fondo él está más orgulloso que molesto o avergonzado por su bisexualidad, que él vive ésta como un signo de ser excepcional, y que él quisiera oírme manifestarle mi admiración.

Brevemente, nada es simple para nosotros los terapeutas, atrapados que estamos entre el gran grupo de aquellos que no quieren, o para nada, nuestra intervención, y la minoría que desea nuestra ayuda, pero no necesariamente como nosotros lo hubiéramos querido.  ¿Cómo entonces acompañarlos? Que me sea permitido poner de relieve y hacer mía una recomendación de Henri Brunetière :

“Desde ahí, qué puede hacer el terapeuta convocado en ese momento?  Está fuera de lugar empezar aquí un debate sobre las teorías, sobre la pubertad freudiana, sobre la adolescencia annafreudiana o winnicotiana, sino simplemente esbozar algunos comentarios personales y simples, más problemáticos que dogmáticos …” ( Brunetière, 1993 ).

Yo abordaré primero el tipo de trabajo que nosotros podemos proponer y su organización ; luego, una vez escogido ese tipo, la escucha del adolescente y de su familia, y sus variantes. 

I- El tipo de trabajo propuesto, su marco y sus medios.

La gran diversidad de los problemas que se supone existen, al igual que aquella del “ estado del momento ” de las demandas ( solicitudes ) o no-demandas del adolescente y de su entorno, distinguiendo además para cada una de ellas lo que está en primer plano y lo que tiene más profundidad, debería constituir un llamado poderoso a nuestra creatividad, invitada indefinidamente a construir algo sólido sobre lo incierto y lo provisorio ( provisional ) (2).

Yo no pienso entonces que un terapeuta prisionero de una ritualización rígida de su oferta puede ser muy eficaz frente al grupo de edad de los adolescentes : parecería en efecto que el terapeuta no habría conservado en sí mismo suficientemente de “ adolescencia interior ”, esa dimensión que, por definición, acepta partir en aventura, con angustia o exaltación, lejos del nido confortable de las certitudes (3).

  1. A) Flexibilidad de la organización.

Entonces, mejor valdría que la organización sea muy flexible :

  1. Así podríamos proponer posibilidades de acompañamientoritualizadas, conformemente a nuestro sistema habitual de citas, pero con posibilidad de entrevistas imprevistas : de esa manera, nosotros nos adaptaríamos al funcionamiento de muchos adolescentes, caracterizado por una necesidad de acciones y de respuestas rápidas con, frecuentemente, un sentimiento de urgencia… mientras velamos por no volvernos esclavos de sus exigencias de inmediatez, ni, al contrario, a instalar una dependencia ( De Clercq, 1997 ).
  2. Kestemberg hablaba en ese sentido hace veinte años, ella que reservaba siempre tiempo en su consulta “ para aquellos que se intercalan ”, y muchos autores recomiendan que al lado del sistema de citas, exista una “ estructura de acogida informal ” ( por ejemplo, Favre, 1994 ).
  3. A algunos adolescentes, nosotros hablaremos claramente de una psicoterapia individualde duración indeterminada (“ Es importante que reflexionemos juntos regularmente … sobre quién tu eres, sobre tus interrogantes … y tomando el tiempo que se necesite ”) ; a otros, habrá que limitarse a fijar la cita siguiente, sin otra programación de encuentros (4).

Pero que el proyecto acordado vaya o no a tener una cierta duración, algunos adolescentes persisten en terapia grosso modo, mientras que otros desaparecen si previo aviso, a veces después de varias sesiones intensas.  Estos últimos tendrán en cuenta o no, o de manera inconstante, a los mensajes en los que les proponemos tratar de entender con ellos lo que pasó.  Eventualmente, ellos reaparecerán un día en nuestra consulta, a veces después de dos años, a menudo para la misma vueltecita que dieron inicialmente y cuya brevedad les conviene perfectamente: esa voluntad de dominar ellos la relación y de conservar su independencia ante lo que ellos perciben como una posible influencia de nuestra parte, eso también es la adolescencia, y eso está lejos de ser patológico por sí mismo.


Así fue en el caso de David : después de algunas sesiones en las que hablamos de su dimensión homosexual, de su torpeza ante las chicas, a pesar de que él desea acercarse a ellas, y después que él asocie espontáneamente eso al carácter frío y autoritario de su madre, él viene a hablarme de un sueño en el que me persiguiéndolo por toda la ciudad de Bruselas !  Después de eso él desaparece … durante año y medio.  Cuando vuelve, es con el pretexto de pedirme un certificado que testifique su normalidad psíquica, certificado que él necesitará para una estadía en el extranjero.  Nosotros pasamos tres sesiones hablando de ese problema … luego se desaparece de nuevo … quince meses más tarde me llega una carta proveniente de los Estados Unidos, por medio de la cual él me pide que comente su “ diario de a bordo ” donde, en la primerísima página, él se compara a Cyril Collard ( escritor, músico y cineasta francés bisexual, fallecido a los 35 años debido al sida ), su héroe del momento.

  1. El ritmo de las citas puede también acomodarse de una gran flexibilidad: para ciertos jóvenes y en ciertos momentos, por ejemplo en lo más fuerte de una gran crisis, a uno le convendrá el prever citas muy pegadas unas de otras ( Brunetière, 1993 ). Pero a veces habrá que dejar un tiempo ( entre quince días- tres semanas ) para reflexionar en paz en su casa o/y experimentar nuevas disposiciones evocadas en la sesión …
  2. Otro problema en el que hay que reflexionar cada vez:¿al adolescente le conviene trabajar individualmente con un terapeuta, o con el grupo familiar ? A veces uno acuerda con él y, a menudo con la familia, que él se comprometerá en un proceso terapéutico – o a una u otra cita destinada a él solo, mientras otro terapeuta recibirá en paralelo a los padres.  Incluso en ese caso, uno puede tomar disposiciones para que, de vez en cuando o sistemáticamente, esas dos categorías de sesiones tengan lugar en el mismo momento y se terminen en un intercambio en común.  No se excluye que, a veces, el momento “ monogeneracional ” sirva a preparar una mesa redonda.  Sobre ese arreglo uno puede también injertar sesiones familiares más completas, con el subsistema fraterno.

Esta alternancia de momentos separados y comunes permite a veces que surjan enriquecimientos insospechados.  Sin que se trate de traicionar la intimidad de nadie, las preguntas claves pueden relanzarse de un subgrupo al otro y ser trabajadas, ya sea directamente durante sesiones comunes, ya sea en un tiempo posterior, por el destinatario de la pregunta, en una sesión “ monogeneracional ”.

Por ejemplo, en sesión individual, Bernard habla de sus angustias intensas e incomprensibles que él vive con respecto a la escuela, como si frecuentar ésta pudiera acabar con su vida: él sueña que está perdido en laberintos y corredores sin fin que desembocan en precipicios.  O sino, que a la salida de la escuela, todos los autobuses desaparecieron y que no podrá nunca más regresar a su casa.  De hilo en hilo, uno llega a interrogarse sobre las condiciones de su nacimiento.  En una sesión familiar, la madre, interrogada al respecto con el acuerdo de Bernard, cuenta cómo ese nacimiento fue dramático.  Ese elemento nuevo es retomado en la sesión individual y considerado como fuente de impregnación traumática.  En otra ocasión, en sesión familiar, es la madre quien aborda la cuestión de los beneficios secundarios de los cuales, por supuesto, Bernard nunca ha hablado espontáneamente en sesión individual: eso me permite de ahí en adelante tener intercambios con él sobre la dimensión “ toxicómana ” de su comportamiento, y sobre la valentía que él necesitará de todas maneras si quiere superarla.

En otros casos, la terapia se realiza sólo con el grupo o con el subgrupo familiar, ya sea que el terapeuta lo decidió así, ya sea que uno accede a una solicitud – considerada apropiada - del adolescente o/y de su familia.  Esa demanda, sin embargo, no siempre es formulada claramente : a veces, son las presiones o las resistencias durante un trabajo individual que muestran que hay que reconvertir las opciones terapéuticas … La programación de una terapia familiar es entonces inmediata, o dictada más tardíamente por las circunstancias (5)

Christian ( trece años y medio ), que sufre también de una severa fobia escolar ( trastorno de ansiedad por separación ), nunca ha querido venir a menos que sea con su padre y su madre, sin duda porque se sentía ansioso pero también y sobre todo porque había algo así como un doble mensaje de la parte des sus padre : en primer plano, ellos lo empujaban a hablarme a solas, en su cualidad de niño-problema, y Christian se las ingeniaba para resistirles … En un segundo  plano, vemos que el padre, “ Buena Madre dominadora ”, le hacía comprender que solamente él podía ser importante en la vida del joven. 

Después de su tentativa de suicidio, provocada por su impresión de no tener la más mínima importancia, Sybille ( catorce años ) rápidamente no quiso seguir con el trabajo individual que la /señalaba demasiado como una desequilibrada ; ni siquiera quería tener entrevistas con sus padres, entrevistas programadas por ella, y donde ella no dejaba ese estatus de desequilibrada … Hubo que organizar entrevistas familiares en donde se hablaba de manera más general de las relaciones difíciles entre ella y su hermana, y entre padres y adolescentes, para que ella consintiera de nuevo a  expresarse, en el rol de un participante más entre los otros.

Y, a veces, hay lugar para algo todavía más original : Con Xavier ( 15 años ) y sus padres, uno avanza paso a paso.  La madre tiene una personalidad limítrofe, no lejos de ser paranoica.  El padre, presente en las sesiones, es en la vida diaria un hombre que juega un rol secundario en la familia.  Xavier, hijo único, superdotado, se debate en protestaciones muy histéricas y cargadas de angustia para encontrar su identidad y su nuevo lugar de adolescente dentro de la familia.  A menudo, al inicio de la sesión, él pide que su padre esté presente y lo escuche exponer su debate interno.  Eso puede ir muy lejos en ese muchacho confiado y crédulo que habla delante de y con su padre de sus preocupaciones tanto religiosas que masturbatorias.  Eso permite al padre reconquistar un cierto lugar ante los ojos de su hijo.  Por supuesto, durante ese tiempo, otro terapeuta se entrevista con la madre.  Todo eso se termina en una mesa redonda, donde cada quien camina con tanto cuidado como si marchara sobre huevos …

Y el espacio me falta para exponer el lugar que podría corresponder, en esta programación sin cese renovada, a la psicoterapia de grupo, al igual que a la hospitalización larga o breve, al interés que esta última se realice en hospital psiquiátrico o en hospital general, y en este último caso, a la elección de un servicio pediátrico o de medicina interna. Evidentemente, ninguna de esas opciones es inocente.

B. Flexibilidad de los materiales de las sesiones.

Una discusión análoga puede hacerse con respecto a los « materiales » a los que recurrimos en la sesión, para que se digan y de capten bien las cuestiones de vida de nuestro joven cliente.  Todos no hablan, nosotros lo sabemos bien, con la fluidez de los buenos clientes neuróticos que tienen los psicoanalistas de adultos.  E incluso cuando ellos lo logran, nada nos obliga a escucharlos ronronear, sin intervenir : muchas psicoterapias se han relanzado a partir de las “ sorpresas ” que ha introducido el terapeuta, a veces sin un proyecto preconcebido, a veces por el simple placer de crear, de introducir la vida, si no es simplemente por no aburrirse más : al recurrir ocasionalmente, y sin jamás ponderar o considerar ni la receptividad del adolescente a lo que se le propone, ni el contenido de su respuesta eventual, el terapeuta toma el lugar de otra persona, viva y creadora ; de un aventurero que es capaz de romper la rutina … La identificación siendo lo que es, eso puede dar un empujón hacia la vida !

Me sucede –frecuentemente- que yo respete el flujo natural del discurso verbal espontáneo de mi joven cliente, pero a veces – sobre todo cuando me aburro - trato de encontrarme con algo más vivo (“ Oye, ¿qué piensas tu de esto o lo otro ?  Cuéntame algo especial … algo alegre que haya ocurrido después de nuestra última reunión ”.  O sino : “ Hace mucho tiempo que tu no me has hablado de tu padre y tu … ”, etc.  Para variar los materiales, se me ocurre a veces proponer, a hacer en la sesión o en la casa, con o sin directivas más precisas, un dibujo, más o menos esmerado, un texto a redactar, el guión de una película … En la consulta, uno puede también componer entre los dos un texto, una línea para cada uno ( Chevrier et Farcy, 1994 ). Uno puede también proponer un psicodrama individual cuyo sujeto es escogido por el joven o por el terapeuta, etc.

  1. C. ¿Qué retener de ese alegato sobre la flexibilidad?

El hecho de que no existe una receta universal que nos autorice a hacer no importa qué: la demanda o solicitud, verbalizada más a menudo por los adultos que por el joven mismo, debe siempre ser cuidadosamente analizada. Lo que es anunciado como problemático es a veces ampliamente intrapsíquico, pero puede también estar en el centro de muchas cosas que están en juego, ya sea familiares o institucionales.  Nosotros debemos poder adivinar rápida y correctamente esta parte de cada implicación, personal o no. A partir de lo cual se aclarará mejor, al menos en un primer tiempo, la respuesta a la pregunta : “¿ Podemos nosotros tener un proyecto común, terapeuta, joven o/y padres y tal vez la institución ?”.

Ese proyecto puede ser una proposición de trabajo en común, o de no-intervención total o parcial, según lo que nosotros estimemos más oportuno.  Nos incumbe a continuación buscar un acuerdo con nos interlocutores o partenaires, ya sea sobre una acción a emprender juntos, ya sea sobre una total abstención, o incluso sobre un trabajo con solamente una parte de nuestros interlocutores.  Una vez tomada, esta decisión debe ser regularmente re-evaluada.  Permanece en todo esto una dimensión aleatoria que hay que poder asumir y anunciar como tal (“ Yo tomo la iniciativa de organizar sesiones escindidas ( divididas ) y luego reagrupadas con Bernard y su mamá ( Nota : el padre se fue de la casa y es inaccesible ), y veremos lo que pasa ; nosotros vamos a experimentar ese proyecto, sin ser prisioneros de nuestra decisión ”).

Procediendo de esa manera, debemos estar atentos a evitar dos escollos inversos :

1-     El primero, es apostar a veces, sin estar conscientes de ello, sobre un efecto de sugestión: nosotros damos algunos argumentos para persuadir el adolescente de que algo no está bien en él, que él debe dejarse tratar, y nosotros nos contentamos de su “si” conformista, el cual no es verdaderamente difícil de obtener de parte de un adolescente ansioso… o manipulador.  Pero, muy rápido, se revela que él sintió eso como una violencia o una humillación, y él sabotea la continuación del proceso.  Sin embargo, la ambivalencia, la incomprensión o el rechazo iniciales y no claramente expresados de ese adolescente podrían a menudo ser adivinados … y tomados en cuenta, por ejemplo pactando que, por el momento, él está dispensado de venir solo a la psicoterapia.  ¿Qué hacer a continuación ?  A veces será la suspensión total de todo proyecto, o hacer un balance tres meses después.  A veces, propondremos sólo a los padres proseguir con la reflexión junto a nosotros.  Incluso también, luego de concertación con nosotros, éstos pedirán comoquiera al joven que asista a las sesiones familiares : él tendrá ahí la posibilidad de escuchar las preguntas que se hacen los adultos, sin que él esté obligado a abrir la boca.  Pedirle este acto de obediencia es algo distinto a obligarlo a reconocer que él necesita ayuda (6).

2-    Al distinguir o diferenciar de esta manera la parte que corresponde al deseo o a la obediencia, yo traté sobre la marcha lo que yo llamaba hace un rato el “ escollo invertido ” : en efecto, no se trata tampoco de dejar partir, “ así como así ”, los adolescentes demasiado fóbicos, demasiado deprimidos o negativistas o desconfiados, que ven a priori en la ayuda psicológica una persecución: nosotros tenemos el derecho y el deber de insistir un poco y de crear un marco tal que ellos sean puestos en contacto con un terapeuta, ya sea en sesión familiar o individual.  Después de esto, o la alianza terapéutica se crea, o tendremos que suspender la experiencia.

 II. Con respecto a la escucha.

Escuchar, simplemente : escucha de lo que se busca, escucha de los deseos que nacen o que ya están actuando y de sus eventuales contradicciones, escucha de las ideas y de los valores, escucha de los proyectos y de los actos que les siguen … escucha de lo que es simple y unificado, y de lo que es conflictivo.



A) Nuestra actitud más fundamental como terapeutas está hecha de escucha …

 

Escucha paciente, que manifiesta al otro la importancia que él tiene a nuestros ojos, que le indica que él es un hombre/una mujer, en el combate que él/ella entabla para vivir bien, en sus idas y llegadas, en sus momentos de exaltación y de desánimo, e incluso que él es humano en sus transgresiones, transgresiones simbólicas ( que nos gustan ), pero también en las otras, aquellas en las que él muestra su omnipotencia, su egocentrismo, su rechazo de una verdadera sociabilidad.

Escucha que dirigida a todos los partenaires o participantes presentes : el adolescente mismo, por supuesto, pero también a su entorno ; el adolescente es invitado a permitirse crecer sin que vaya a  perder la parte más preciosa de su propio proyecto … ni todo su confort.

Escucha que parte de la queja – la cual será a menudo la de los padres - y de la situación “ hic et nunc ” ( aquí y ahora ) : “ En el fondo ( a final de cuentas ), por qué estamos aquí juntos ?  ¿Qué es lo que esperamos de eso ?  Pero también, ¿qué es lo que uno rechaza ?” … Expectativas y rechazos que nos reenvían a una cierta imagen de cada quien tiene hoy de sí mismo, de su entorno familiar, del mundo … Imagen de la cual cada uno puede llegar a hablar con nosotros, al igual como él puede reflexionar a lo puede ser la consecuencia, los proyectos y los actos del día de hoy, y a lo que uno podría a veces hacer para mejorar.

He aquí así descrito, en un esbozo por supuesto idealizador, cómo podría ejercerse la escucha y hacia qué ella podría estar dirigida.

Por supuesto, con ciertos jóvenes y ciertas familias, a veces sucede que las cosas ocurren de esa manera… más o menos, porque siempre hay que dejar un lugar para lo inesperado y también estar vigilante en lo que respecta a lo que tal vez no se ha dicho y de lo cual nos corresponde favorecer, con suavidad, la llegada o surgimiento.

En sesión familiar, a medida que sus angustias de separación se debilitan, a Christian le coge con acusar a su madre, de manera vehemente, a quien él acusa de vigilarlo estúpidamente y de no comprender que él está creciendo.  Poco a poco, nosotros nos damos cuenta de que él se lleva de las proposiciones de su padre, hombre al mismo tiempo impresionante y acaparado.  Lentamente, nosotros llevamos al padre a hablar de la incomodidad que genera en él la pseudo-sumisión de su hijo, y del sentimiento de soledad que él experimenta al no encontrarse o acercarse verdaderamente con los otros.  A solicitud nuestra, él nos habla de su propio padre, todavía más tiránico que él, y de su voluntad de no parecérsele.  Al mismo tiempo, Christian lo afronta y/le responde un poco más, y tiene el gran gozo de constatar que él no provoca ninguna catástrofe al hacerlo.

 

  1. B) Uno puede preguntarse si esa intención fundamental de escucha posee características específicas a la adolescencia.
  2. Una sola me parece que lo sea:es que, en la gran mayoría de las situaciones, la escucha debe dirigirse a las dos generaciones participantes, adultos y jóvenes adolescentes, con una igual “ importancia interior ”. Esto no significa consagrar cada vez exactamente la misma cantidad de tiempo a unos y a otros ; de lo que fundamentalmente se trata es de vivir una disposición mental gracias a la cual nosotros acogemos de manera igual las vivencias de unos y otros, y les ayudamos a hacerse parte de eso, en la medida en que ellos lo desean … disposición en la que nosotros reconocemos también a unos el derecho de negociar con los otros una parte de lugar personal en el mercado de la vida.

Cuando yo escucho los padres de Xavier, me doy cuenta de lo que de entrada etiqueté como « paranoia » en la madre : tiene un miedo inmenso de que no importa cuál persona extraña, comenzando por mi, le tome su pequeño y se lo maltrate … pequeño que a ella le tomó tanto tiempo para tenerlo, y para quien ella sueña de un lugar privilegiado cerca del Señor … En cuanto a la pasividad del papá, que parece que él ha demisionado ( abandonado ) de su lugar en la familia, ésta se transforma en la delicadeza de un hombre que, para respetar su compromiso conyugal, no encuentra más camino que el silencio tolerante.

  1. C. He aquí otras características de la escucha que constituyen más bien matices cuantitativos propios a la adolescencia, en vez de verdaderas especificidades cualitativas:
  2. a)Lo primero es la paciencia o, más exactamente, un equilibrio a encontrar entre, por un lado, la aceptación paciente de lo que llega y, por otro lado, el darle ánimos, la expresión de invitaciones discretamente repetidas, para que el sujeto quiera expresar lo que tiene la mayor importancia para él, un poco más  allá de las defensas dictadas por la angustia y por el principio del placer.

Pienso sobre todo en esos adolescentes muy jóvenes que nos aportan, a veces de manera repetitiva, material que parece muy externo, como por ejemplo sus proezas con el Nintendo o en el tennis, la descripción minuciosa de un filme, o los actos sucesivos y anecdóticos de un día escolar.  Como lo dicen y lo ilustran tan bien Ricciardi y Sapio, hay que escucharlos largamente, leer para uno mismo los símbolos que nosotros creemos adivinar en sus producciones, cuidarnos de la menor interpretación salvaje y, de cuando en cuando, a través de pequeños toques, proponer que las desgracias de Rambo de las cuales ellos hablan pueden también llegar donde jóvenes como ellos, incluso a ellos mismos.  Sugestiones como ésas, al principio, ellos las rechazan con más frecuencia que de la que las reciben – pero escuchados con benevolencia ellos se van sintiendo seguros poco a poco y finalmente aceptan oír, o pasar como quien no quiere la cosa, a una cuestión personal ( Ricciardi et Sapio, 1995 ).  Y si no pasa nada, si a pesar de las invitaciones del terapeuta a ir un poco más allá – con paciencia, sin enervamiento - ese joven parece hundirse en lo anecdótico, le corresponde al terapeuta evaluar con él, a un momento dado, la pertinencia que tiene el continuar la manera de trabajar existente … sin « desnarcisiarlo » ( quitarle su narcisismo ) criticando sus producciones precedentes.
Es igualmente en el contexto de esta dialéctica « paciencia-dar ánimos » que nosotros podemos evocar el destino que hay que reservar a los largos silencios, matizados de inhibición, de pasividad o/y de oposición, al igual que al rechazo a responder a algunas de nuestras preguntas.  En un primer tiempo, nos toca asumirlos y señalarlos como elecciones, realizados porque son positivamente importantes para el equilibrio del joven y de su familia: incluso dentro de un contexto de inhibición, una dimensión de “elección”, en el sentido amplio de la palabra, gana a ser tenida en cuenta.  Sin embargo, verlos como tales no significa que nosotros aceptaremos siempre que la cosa se quede ahí: a veces, nosotros apuntaremos a que se sobrepasen en algo algunos retraimientos dictados por la angustia, la depresión, o el principio del placer.

Por ejemplo, los padres de Christian, y sobre todo su padre, no se expresaban personalmente de entrada: ellos dijeron primero: « Usted va a pedirnos que nos “ desabotonemos ” ( abramos ), pero es por él, por nuestro hijo, por quien venimos aquí ».  Yo no analicé la no-solicitud en sus significaciones más profundas ; yo más bien comencé con : « De acuerdo, es por él que hay que hacer un esfuerzo de expresarse acerca de sí mismo, para ayudarlo a hacer lo mismo », y continué con la sesión.

Al principio, los padres de Sybille decían también : “ Es por ella que estamos aquí ”, y es precisamente debido a ese estatus de ser “la” enferma que ella no quería estar ahí!  Y tuve entonces que llevarlos suavemente, a ellos también, a hablar de su malestar frente a  sus adolescentes, sin que hubiera que combatir de frente su declaración inicial.

Esa insistencia en ir un poco más allá tiene sin embargo sus límites: un silencio que persistiría a pesar de nuestras invitaciones debe verdaderamente ser reinterpretado como una posición de reequilibramiento, de afirmación de su identidad por parte del sujeto.  Hay entonces que « arreglárselas » durante un periodo razonable, reexaminando si la continuación concreta de algunas partes del programa que nos planteamos tienen sentido todavía.

Christian, otra vez él, se oyó confirmar en varias ocasiones, y en frente de sus padres, su derecho a quedarse callado, a no tener nada que decir, a no querer acompañarme en sesión individual.  Yo le dije más de una vez que ésa era su manera de indicar su crecimiento, él que oía sus padres cuestionar sus propios « desabotonamientos » ( apertura ). Al final de la terapia, al hacer el balance de todo lo que había pasado, yo hablé de la valentía con  que él había defendido su derecho a la intimidad, y con la cual él había querido reorganizar su vida en su cabeza, sin ayuda externa.  Eso me valió una discreta sonrisa divertida : ese reconocimiento no le era desagradable !

 

  1. D) Yo quisiera también decir algunas palabras acerca de la empatía.

  2. Ella también debería dirigirse a todos los participantes (7)y expresarse de manera bastante intensa, tanto a través de las actitudes no verbales que por la palabra.

Éstas a menudo toman la forma de “reflejo”, en el sentido rogeriano del término : éstos ocupan un lugar importante – a menudo mayoritario - en el conjunto de nuestras intervenciones habladas.

[ NOTA explicativa : La técnica rogeriana del reflejo. El reflejo es la imagen de la comunicación emocional : si el paciente dice “ ¡me siento como una mierda! ”, el terapeuta puede reflejar esto de vuelta diciéndole algo como “ Ya. La vida le trata mal, ¿no?” Al hacer esto, el terapeuta le está comunicando al paciente que de hecho está escuchando y se está preocupando lo suficiente como para comprenderle.

     También el terapeuta está permitiendo que el paciente se de cuenta de lo que él mismo está comunicando. Usualmente, las personas que sufren dicen cosas que no quieren decir por el hecho de que el sacarlas hacen sentir mejor. Por ejemplo, una vez una mujer entró en mi consulta y dijo “ ¡Odio a los hombres! ” Le reflejé diciéndole: “¿Odia a todos los hombres?” Ella contestó : “ Bueno, quizás no a todos ” Ella no odiaba a su padre, ni a su hermano y por continuidad, ni a mí. Incluso con esos hombres a los que “ odiaba ”, se dio cuenta luego que en la gran mayoría de ellos no sentía hasta el punto de lo que la palabra “ odio ” implica. De hecho, mucho más adelante se percató de que lo que sentía era desconfianza hacia los hombres y de que tenía miedo de que le trataran como lo hizo un hombre en particular.

     De todas formas, el reflejo debe usarse cuidadosamente. Muchos terapeutas novatos lo usan sin sentirlo o sin pensarlo, repitiendo como loros las frases que salen de la boca de sus pacientes. Luego creen que el cliente no se da cuenta, cuando de hecho se ha vuelto el estereotipo de la terapia rogeriana de la misma manera en que el sexo y la madre lo han hecho en la terapia freudiana. El reflejo debe surgir del corazón ( genuino, congruente ). Tomado de : http://www.psicologia-online.com/ebooks/personalidad/rogers.htm

     Al repetirle lo que él cree haber comprendido (« En el fondo, para ti, es importante que …. ; a ti no te gusta cuando … ; tu tienes tanto miedo de … ; te sientes indignado ante …, etc.), el terapeuta ayuda al joven adolescente a identificarse un poco más, a detectar ciertas líneas de fuerza en él … pero también y sobre todo, la benevolencia de la cual está impregnado el reflejo lo anima, lo estimula, a creer más en su propio valor.  Lo mismo vale para los padres !

A veces, el terapeuta no se limita sólo a retomar más o menos las palabras a través de las cuales el adolescente o su familia nombran su propia experiencia interior.  Él se sirve más bien de una metáfora, según lo que le inspira su creatividad: sus interlocutores se muestran a menudo entusiastas [8] si la metáfora da en el clavo… queda entonces a requerir las propias creatividades de la familia, y a re-trabajar la imagen junto a ellos.

Yo digo a Xavier, por ejemplo, que él me hace pensar a un lindo automóvil de carreras que se golpea contra l os muros de un garaje demasiado pequeño … Con Sybille y su hermana, para evocar la rivalidad fraterna, nosotros imaginamos dos fortalezas atacadas una tras otra por un dragón, etc.

También nos puede suceder que entremos en el campo de la « proposición interpretativa ».  Sin embargo, al contrario de lo que ocurre en el psicoanálisis con adultos, es raro que uno pueda aferrarse entonces a una palabra, a un pedazo de frase enunciado en torno a los avatares de la neurosis de transferencia.  Se trata más a menudo de « proposiciones interpretativas » que ponen en relación lo que pasa el día de hoy y aquello que el adolescente nos había dicho de su historia, o lo que nos ha callado, pero que nosotros adivinamos demasiado bien!  En el fondo, se trata de esbozar mejor junto a él lo que podría ser una « lógica de vida » bien enraizada en las experiencias ya vividas, sin dejarle entender que él está totalmente prisionero de determinismos: simplemente, tanto para él como para nosotros, hay que tener tanto más de valentía y de lucidez para sobrepasar ciertas elecciones y actitudes actuales, cuanto la historia de nuestra vida nos “ predispone ”.

Que quede sin embargo claro que esos momentos de restitución de un poco de sentido … no significan que uno trata de comprenderlo todo y explicarlo todo.  Comprenderse un poco mejor, eso estimula al adolescente ; pero ser bien comprendido por un « padre científico », eso el adolescente lo detesta!  Cuando él se queja “ Usted no me comprende ”, lo que él estigmatiza es la falta de acogida por parte del terapeuta.  Él no está solicitando sin embargo, verse prisionero dentro del cerebro del otro.  Querer comprenderlo todo, es también huir de la angustia que genera en nosotros la falta de certeza, la opacidad del funcionamiento humano … “ El adolescente, que tumba estatuas ( acto simbólico de rebeldía ante la autoridad ), se compromete difícilmente ante al terapeuta, quien parece vestir de un traje de certeza su propio lugar y su discurso ” ( Brunetière, 1993 ).

Con David, que no se siente feliz más que cuando corre tras las chicas, nosotros hablamos mucho de las experiencias “ refrigerantes ” vividas con su madre, una persona dura e incapaz de expresar sus afectos – por lo menos en el fantasma del joven.  Luego, yo le comuniqué mi impresión de que él podía tener éxito en sus relaciones con las chicas, pero sin disponer de entrada de un modelo previo y sin esperar de una vez sentirse inundado de bienestar.

Con Bernard, en respuesta a una de las numerosas pesadillas en las que él se describe como estando totalmente solo, metido en laberintos sin fin, nosotros terminamos por evocar, no solamente el posible traumatismo de su nacimiento al cual él nos había hecho alusión, sino también otras experiencias relacionales en las que él tuvo la impresión de no contar para nada : sus padres que se disputan sin control en su presencia, un padre que repite constantemente que él quiere vender la casa, etc.… Yo incluso me sorprendí  por la analogía de los términos empleados por Bernard para evocar las dificultades del parto en su nacimiento : « Ël no pasará »… y lo que él mismo dice en la descripción de ciertas pesadillas : « Él no pasará » a propósito del autobús escolar de debe llevarlo a su casa ;  y luego  nosotros trabajamos sobre las palabras mismas, sobre lo que éstas pueden significar.

Basándome en lo que me dicen los padres, sobre que no hay más que diez meses de diferencia entre Sybille y Verónique y que el nacimiento de la menor fue fuente de mucha inseguridad para Sybille, la mayor, yo desarrollo la hipótesis de esa inseguridad arcaica remanente y, apoyado en el consentimiento y la escucha de las dos hermanas, yo lo tomo como el centro de la explicación de su agresividad desproporcionada en la actualidad.  Por supuesto, todo no puede ser llevado a un evento de su historia, y yo les propongo también, como elemento de explicación, los rasgos propios al carácter de cada una: la intransigencia de Véronique, que no afloja nunca cuando su hermana mayor la cuestiona, y la sensibilidad torpe de la mayor, que no sabe hacerse respetar y se refugia rápidamente dentro de su castillo de sufrimiento.

Pero volvamos a la empatía : en todas esas intervenciones, más allá de la ayuda a la comprensión del sentido, es al menos tan útil como ésta nuestra buena disposición ( o benevolencia ) de terapeuta! Y en mi práctica, la expresión de ésta sobrepasa a veces lo que hubieran querido Rogers y los suyos.

Claro está, al igual que ellos yo dejo usualmente filtrar un poquito de ternura y, en ocasiones, de placer : cuando veo un hombrecito luchar con la vida y buscar su camino, yo me siento como un testigo amistoso de una historia que no es la mía.

Pero de vez en cuando me sucede que me comprometo un poco más.  Por ejemplo, yo subrayo : “ Es magnífico que tu tengas eso en ti ( o en usted ) ”, frente a ciertas originalidades que resuenan/vibran más particularmente en mi o/y que yo analizo, con razón o sin ella, como una baza ganadora ( algo que le da posibilidad de éxito ) en su (sus) vidas.  A veces también puedo decir, si lo siento de esa manera: “Eso me parece bien injusto, lo que le (les) está pasando”.  Yo se bien que hablando así, yo me alejo por momentos de la sacro-santa neutralidad terapéutica : yo me involucro emocionalmente, yo comparto, yo contribuyo tal vez directamente a reforzar ciertas vivencias y actitudes : es porque yo pienso que los adolescentes, y tal vez también sus familias, para avanzar mejor en su camino, de ese momento ocasional de compartición de sus experiencias.

Con respecto a un intercambio verbal sobre la impresión de injusticia Böszörmenyi-Nagy (1973), autor sistémico bien conocido, describió el interés que él podía tener a comunicar su propia opinión, siempre que él no pretenda echar leña al fuego, designando sin precaución quiénes son los buenos y quiénes son los malos: él propone permanecer empático con todos, y de mostrar que, en la gran mayoría de casos, cada uno es a la vez víctima y agente de injusticias, no las mismas, por supuesto, y con orígenes diferentes en la historia de cada vida.

A lo inverso de esas ocasiones de aprobación, nosotros nos vemos a veces confrontados a ciertos comportamientos de nuestros jóvenes clientes que testimonian de la operación en ellos de instancias egocéntricas, del puro principio del placer, de ser “ todo poderoso ” sin tener nada en cuenta, de la perversión, etc.  Está claro que ellos siguen siendo personas incluso cuando están bajo el poder de esas fuerzas : nosotros tampoco, los terapeutas, no somos de naturaleza diferente !  Sin embargo, cuando ellos nos confrontan al juego de esas instancias, no les estamos haciendo un favor si nos callamos, como si fuéramos cómplices de esa dimensión de su realización de sí mismos.  Por poco que una relación de confianza esté instalada, y que nosotros manifestemos nuestra desaprobación como dirigida a un solo aspecto de su personalidad, aspecto al que ellos no están reducidos ( siendo ellos mucho más que esa cara o aspecto ), nosotros podemos indicarles que, aunque nosotros comprendemos la lógica de instalación ( cómo se llegó a eso ) de esas fuerzas “ asociales ” en ellos, nosotros no consideramos sin embargo que ellos están dando lo mejor de sí mismos cuando ellos las manifiestan a través de sus comportamientos.

En sesión familiar, yo indiqué a Aurélie que ella insistía hasta lo imposible ( hasta el límite ) sus reivindicaciones, y que era algo estructurante que ella encontrara la fuerza de su madre en medio de su camino … Detrás del espejo, yo le hice observar a la madre que me parecía utópico el querer controlar todo : me parecía más sabio el concentrarse en algunas reglas importantes.  Yo comuniqué también mi impresión de que la confianza que uno le muestra a un adolescente no es del orden del “ todo o nada ” ; esa confianza es mejor ponerla en lo que se refiere a su actitud frente a los valores esenciales, más que en lo que respecta a su grado de obediencia a todas las reglas.

Con Bernard, yo al final le hablé de los riesgos que él estaba corriendo al escuchar de manera demasiado masiva tanto su angustia como su deseo de confort en su casa, sin hacer nunca un esfuerzo para ponerse en pie ; yo se lo dije, sin forzarlo a nada, y añadí que él era el único que podía decidir sobre tener el coraje ( valentía ) para reinvertirse en su situación escolar.

 

 III. ¿Tenemos nosotros una responsabilidad más allá de la escucha?


Frente a esto, si el sujeto es menor de edad, las responsabilidades respectivas de la familia y del terapeuta se diferencian :
Yo acabo de indicar que el terapeuta no puede quedarse indiferente cuando el adolescente o su familia se vuelcan en la vía de la destructividad, e incluso que él no podía aceptar tal cual las posiciones recurrentes de “ dejar hacer ” ( laisser-aller ), bajo el dominio del imperio del placer.  Y que él puede más bien animar a sus pares para dar lo mejor de sí mismos.  Se trata, entonces, de lo mejor de ellos mismos: al final de cuentas, a cada quien le corresponde pensar lo que es mejor para uno, y luego intentar realizarlo en el teatro de la vida.


Es normal que la familia se esfuerce en inculcar al joven – esperando que éste las hará suyas - ciertas ideas y valores.  Ella puede incluso – y, hasta cierto punto, es su derecho - exigir de él comportamientos cuyo sentido o pertinencia no sean evidente a los ojos del adolescente.

Pero al terapeuta no le corresponde actuar de esa manera, aparte de la eventual confrontación ya evocada ante un comportamiento destructivo importante.  Su rol es de ayudar a ver claro a cada quien sobre sus propias elecciones y de aceptarlas.  Y, si viene al caso, ayudar a ver con claridad, tanto al adolescente como a la familia, las luchas de influencia o de poder que los oponen, sobre la manera de cada uno de manejarlas y sobre las consecuencias que pueden resultar.
Esta no-directividad, frente al debate interior y a la difícil construcción del sí mismo del joven es, en mí, una posición muy radical, incluso ( y sobre todo ) cuando lo que está en juego es importante.  Es una manera de respetar su naturaleza humana y su derecho a crear él mismo su vida al decidir, entre otros, hasta qué punto él tendrá en cuenta su entorno social.  Yo me limito a darle luz sobre sus elecciones y sobre las consecuencias sociales y familiares probables de éstas.

Por ejemplo, yo no doy consejo a David en cuanto a la dimensión homosexual que se está desarrollando en él.

Ni tampoco pido a Sybille y a Véronique que dejen de pelearse, incluso si yo expreso mi impresión de que el enemigo que ellas creen identificar es sobe todo la prolongación de un fantasma arcaico.

Una aplicación particular de la abstención, es la resistencia a los reclamos de arbitraje que nos hacen a menudo.  Muchos adolescentes creen que somos sus aliados, listos para apoyar sus exigencias hacia sus padres.  Y lo contrario es a menudo frecuente.  Sin embargo, acceder a esas demandas es a menudo esterilizarlo todo a corto plazo, o al menos instalar la dependencia por parte de la familia, y conseguir mucho stress inútil para el terapeuta.

Así, Christian, a medida que entraba en su adolescencia, soporta cada vez más mal la mezcla de atención y de control que él cree percibir en su madre.  Ésta no reconoce ya más a su pequeño, tanto le parece que ha cambiado, pero comoquiera no cambia para nada su manera de actuar para con él.  Yo les hablo entonces del deseo que tienen los adolescentes de afirmarse y de su angustia, de su rebeldía ante el poder de las mujeres-madres.  Yo hablo del malestar de éstas, de su miedo de que no las quieran más, y/o de perder su poder cuando el ave se vaya del nido.  Yo evoco también lo difícil que es el oficio de ser padres o madres, en el cual hay que cambiar varias veces en una vida la percepción que uno tiene de su descendencia.  Sin embargo, yo no propongo soluciones concretas ni inmediatas.

Pero ese excelente principio de abstención podría llevar acarrear efectos perversos, si fuera aplicado como una panacea :

Yo indiqué ya que me ha pasado que yo aplauda, a título personal, ciertas maneras de ser y de hacer que yo encontraba positivas ; pero que, al lado opuesto, yo no podía quedarme indiferente ante la destructividad ni la instalación persistente del principio del placer.

En un orden de ideas semejante, porque él implica también una destructividad involuntaria, abstenerse de hablar no es para nada deseable tampoco cuando unos – a menudo los padres (9) - piden a los otros – generalmente los jóvenes - unos desempeños escolares o comportamentales de los cuales éstos son psicológicamente incapaces.  Sin verdaderamente prohibir – ya que esa no es nuestra función social -, sin cesar de tratar de comprender, nosotros podemos sin embargo indicar cuándo, a nuestro parecer, esas demandas son excesivas, y los efectos negativos que ellas acarrean.

Abstenerse de dirigir la vida del adolescente o de su familia no justifica sin embargo que haya que callarse cada vez que uno crea tener una idea interesante.  Nosotros podemos siempre decir nuestras sugerencias, no en el sentido de “ jugar con la sugestionabilidad de un ser para dirigir su vida ”, sino en el sentido de “ hacer una sugerencia ”, es decir proponer con entusiasmo una idea en la que creemos, reconociendo al otro la libertad de adherir a ésta o no : las “ sugestiones ” de ese tipo, yo suelo hacerlas cuando la idea se me ocurre, como sería un empujoncito, como dar ánimos, invitar a la acción, que yo discuto con mi interlocutor … Y luego, que pase lo que sea, porque en principio, yo reconocí al destinatario su derecho a su libertad de apreciación y de movimiento.

Por ejemplo a Nathanaël ( catorce años ) que se decía “ molesto ” por la distancia que se instalaba entre él y su padre – separado de su esposa - yo sugerí que le escribiera una carta en la cual él le informaría de sus sentimientos profundos.

Esos retazos de sugestiones se hacen a menudo sobre lo que está ya pre-decidido, pero que uno todavía no ha tenido el coraje de realizar ; a veces pasa que uno llegue, comoquiera, un poco más lejos :

Con Xavier que dramatizaba tanto sus masturbaciones, y que no podía impedirse, a causa de lo ruidoso, tanto de castigar a sus padres, como de mostrarles que él era activamente sexuado, yo le sugerí que él adopte otros comportamientos ruidosos para mostrar cuál es su lugar, y por otro lado que él medite y haga suyo el concepto de “ placer solitario ”…

 

 IV. Algunos  ( consecuencias evidentes ) de la escucha.


  1. A medio camino entre la información y el reflejo rogeriano, una intervención particularmente útil, apaciguante y estimulante para el narcisismo de un joven adolescente, es de “ mostrarle ” – es decir reconocer, tomar acta - que él está bien atrapado en lo que uno podría llamar los grandes debates de la vida, los grandes movimientos de la humanidad … que eso tiene una dimensión apasionante – a veces en los dos sentidos del término - … y que es algo mucho más intensa que cuando él era un niño: ahora, él está atravesado por cuestiones esenciales que él elabora mentalmente y con mucha más lucidez que antes.  Hablando de esa manera, uno no ridiculiza al adolescente, como cuando uno insinúa que sus problemas no son más que aquellos de “su crisis”, crisis molesta o perturbadora pero no muy seria.s de apoyo y en las sesiones familiares, nosotros ofrecemos informaciones al joven y a su familia : ellas tratan sobre el funcionamiento del ser humano y de sus grupos de vida, sobre la organización social, o sobre ciertos tipos de comportamientos posibles y sus consecuencias eventuales: en este último caso, esas informaciones son a veces muy cercanas a las “ sugestiones ” que acabo de evocar.  La diferencia podría estar no en la forma externa, sino en la intención consciente del terapeuta: ahí, él quiere animar, aquí, el quiere “ simplemente ” enriquecer los materiales que están a la disposición del sistema cognitivo del sujeto.

Está claro que el terapeuta que se exprese así debe tener la posibilidad de sentirlo de esa manera, es decir encontrar que es verdaderamente importante y apasionante esa edad de la vida en la que un joven aprende – verdaderamente él solo - a hacer algo con su agresividad, con su sexualidad, con sus ideas sobre sí mismo y sobre el mundo … Y donde él re-enuncia progresivamente su identidad, aquello que es importante para él, lo que tiene valor en su vida …

¿Cuántas veces no he dicho yo : « Eso que estás viviendo, eso es un gran problema al cual nosotros, como seres humanos, nos vemos confrontados … y nosotros debemos, cada uno, encontrar “ nuestra solución ”? ¿Cuántas veces no he hecho yo referencia al grupo de pares, el cual tiene que seguir un camino muy parecido…? : al hablar así yo quiero indicarle que eso que él está viviendo no es “ normal – con el horrible matiz reduccionista de ese término - sino natural, ubicado en el corazón de la naturaleza humana y del viaje de la vida, incluso si, en ese momento, le puede parecer angustiante o desesperante.

Es así como yo le hablé a Xavier sobre la masturbación, indicándole que ese problema del destino a reservar/dar a su energía sexual se plantea a muchos adolescentes de su edad.  Igualmente, Bernard y Christian me han oído decir que, para muchos de entre los que se encuentran entre la infancia y la adolescencia se plantea la cuestión de partir, salir de la adolescencia rápidamente, sin darse la vuelta ni mirar hacia atrás, o sino  tardarse un poco, tener miedo y sentirse triste, etc …

Y paradójicamente, incluso si yo le dijo que él es un humano entre otros humanos, yo no niego la parte de originalidad que el adolescente reivindica.  A él que anuncia a menudo “ Yo soy el único de mi especie y yo soy normal ”, al referirse a la acepción “ no-enfermo, no-monstruo ” de ese término, a mi me parece que eso es lo que yo le confirmo, y ese es el núcleo de nuestro destino de nosotros los humanos !

 

  1. B) Esta aplicación un poco particular de la información,

  2. que uno podría llamar “ confirmación de humanidad ”, me conduce a hablar más de la intención de “ tranquilizar ” y de otras maneras de concretizarla.

Querer tranquilizar ese joven, que busca su camino junto a nosotros, puede ser bien útil siempre que eso no lleve a llenarlo de ilusiones sobre el excepcional valor de su ser, ni sobre algún “ angelismo ” del mundo.

El objetivo se limita entonces a que él crea mejor – o continúe a creer - en su valor único, asumiendo que él no es ni perfectamente competente, ni perfectamente bueno.  Se trata también de mostrarle que él vive dentro de un mundo que no es ni perfectamente amoroso ni perfectamente protector : él puede contar, por supuesto, con su entorno, pero sólo hasta cierto punto, más allá del cual él está solo.

Esta intención de “ tranquilizar ” realista no lo convencerá ipso facto como el buen viejo método de Coué : habrá que escuchar largamente las razones que él tiene para no sentirse contento consigo mismo ni tranquilizado por los demás, y luego informarle sobre nuestras eventuales diferencias de percepción al respecto, sabiendo al mismo tiempo inclinarnos a veces, frente a la intensidad con que algunos pueden “ aferrarse ” a una mala imagen de sí mismos y del mundo.

[ NOTA explicativa : Emile Coué es el descubridor del efecto placebo. Farmacéutico francés, persuadido de la fuerza de la auto-sugestión, Coué, para librarse de un cliente cascarrabias, le propuso una prescripción de agua destilada.  Esta prescripción fue realizada de manera meticulosa e insistiendo en la importancia de beber ese líquido.  Ocho días después el cliente vuelve para agradecer a Coué por la eficacia de su medicamento.  Ahí nació el concepto de efecto placebo.  Luego desarrolló las terapias centradas en la autosugestión consciente y el pensamiento positivo, una de cuyas versiones modernas es la “terapia centrada en soluciones”.

Emile Coué formalizó su método en una frase y comprometía a sus pacientes a repetir veinte veces seguidas, tres veces al día : “ Todo los días y desde todos los puntos de vista, yo voy cada vez mejor ”. Texto tomado de : http://www.methodecoue.com/methode.htm]

 

¿Cuáles son las intervenciones que podrían contribuir a una “ tranquilización ” realista ? :

 Primero y antes que todo, es en nuestra inversión propia hacia ellos y nuestra aceptación de cargar con su sufrimiento junto a ellos, que un joven y su familia leen con más seguridad el valor que ellos tienen para nosotros.

 Igualmente, nuestra escucha empática y, paradójicamente, nuestro respeto de su libertad, los tranquilizan también bastante en lo que respecta a las competencias que les reconocemos (10).

No es raro que la angustia del joven o de su familia se encuentre más en lo que él se va a convertir que en su situación en ese momento : ¿No está él en riesgo de muerte ? ¿O volviéndose loco ? ¿O monstruoso ?  Entonces, la intervención que yo llamo « confirmación de humanidad » puede matar dos pájaros de un tiro, al tranquilizar sobre el valor de ser y atenuando al mismo tiempo las angustias más inmediatas.

Por otro lado, en el campo de las informaciones, nosotros podemos a veces proponer una hipótesis de explicación de un gesto aparentemente absurdo y/o inquietante, lo cual puede dar seguridad en cuanto a la improbabilidad de una desorganización más grande.

Ya hemos descrito tales hipótesis, a propósito de Sybille ( traumatismo ante el nacimiento de la hija menor ), y a propósito de de Bernard ( traumatismo de su propio nacimiento ).

A veces, no es inútil hablar del tiempo que puede durar la problemática que surge de manera dolorosa el día de hoy (11) :

Por ejemplo, decir y volver a decir, a tal adolescente gravemente deprimido, en pleno hoyo negro, e incluso aunque a uno le parezca estar clamando en el desierto, que la duración probable de su mal puede ir de algunos meses hasta un año, después de lo cual su placer de estar vivo volverá … : esta evaluación puntúa a la vez la gravedad que uno reconoce a su problema, y también puede introducir un lugar para la esperanza.

Haber dicho a la familia de Christian, sobre la base de mi intuición en cuanto a la dimensión edípica-conflictiva de su fobia escolar ( trastorno de ansiedad por separación ), que ésta lo invalidará probablemente durante un año, constituye una indicación que les da ánimos: en el momento del balance final, ellos me volvieron a decir que habían vivido esas palabras como una de las intervenciones más positivamente determinantes ( destacadas ) de la terapia.

Última ilustración, que ha tenido mucha utilidad con jóvenes ansiosos, depresivos o en conflicto en cuanto a la dependencia o independencia: discutir con ellos y con sus familias la proposición que sigue :

“ Aceptar crecer psicológicamente no implica ipso facto que uno corte el lazo que lo une a sus padres ni, sobre todo, que uno se vaya de la casa familiar [ la regla en Europa cuando el joven ya trabaja ] ”.  Se ganaría con meditar sobre esta idea, de la cual uno puede pensar que ella es tanto verdadera como falsa.  En cuanto a mi, yo prefiero que un joven adolescente ansioso la haga suya: si en esta momento de su vida él quiere crecer – en sus opiniones, por ejemplo, o en una cierta autonomía de gestión de su vida cotidiana -, pero sin dejar la seguridad del nido familiar, y si sus padres están de acuerdo, ¿por qué amenazarlo mostrando la ecuación “ crecer=partir ”?  Más tarde, el tiempo hará su obra, y la elección tranquilizante de sus trece años no será necesariamente la suya a sus diez y ocho años …

  1.  Al final, al terminar este cuadro en medios-tonos
  2. de nuestra identidad como terapeuta, yo propondré un último toque de color, que se superpondrá parcialmente a la escucha, la información y la “ tranquilización ” :

Nosotros estamos confrontados a la tarea apasionante de reconocer el crecimiento del joven y de señalárselo.  Incluso si ese crecimiento pasa por idas y venidas y parece a veces fijarse, muchas cuestiones que se plantea el joven tornan alrededor de él mismo en el día de hoy y en el mañana, y de la gestión de la angustia, de la depresión … o del sentimiento de ser todo-poderoso.

Aquí también, es esencialmente a través de la calidad de nuestra escucha que él se sentirá reconocido.  Yo ya he indicado que esta escucha llega hasta tomar acta calmadamente de sus silencios y de su rechazo de estar ahí, en consulta.

Accesoriamente, otros pequeños gestos dirigidos hacia él contribuyen a ese reconocimiento de su crecimiento.  Cito, en desorden :

Preguntarle su opinión sobre tal o cual evento del que somos testigos los dos, él y nosotros.  Pedir su ayuda – mental, esencialmente - para resolver tal problema material o humano cuya solución no tenemos actualmente.

Pedirle que participe financieramente a su terapia, si nosotros pensamos que eso tiene sentido en su caso.  Personalmente, yo no hago sistemáticamente : incluso para el pago de su terapia, el joven sigue siendo dependiente de sus padres y yo temo que un “ pago simbólico ” le parezca a veces como un juego gratuito.  De todas maneras, hay que poder evocar esa cuestión del dinero.

Sin violentar a ciertas angustias que resultarían imposibles de superar, pero sacudiendo un poco el confort, el principio del placer, pedirle a veces que tome distancia con respecto a su familia, a través de sesiones separadas, porque nosotros tenemos “ necesidad de reflexionar con él solo ”.  A veces incluso, nosotros podemos estimular un poco los padres a ese respecto : “ Como ustedes no pueden transportarlo a esa hora, ¿no podría él tomar el tren él solo ?”.

Y por fin, simplemente hablar.  Hablar del crecimiento, tanto con los padres como con el joven.  En sesión de terapia familiar, utilizar los pequeños eventos o intercambios verbales espontáneos (“ Christian, siéntate bien ”) y analizarlos en términos de tener en cuenta o no el crecimiento.

Uno podría extender esta lista de algo que no representa más que concretizaciones de un estado mental …

 

 Conclusión
 
Al terminar este artículo, me parece haber descrito un « sendero de navegación », más bien estrecho, con meandros a menudo inesperados, pero comoquiera apasionante a recorrer, para quien tiene una mirada positiva – una especie de ternura divertida y sin embargo respetuosa - hacia esa edad de la vida.
 

¿Meandros inesperados ? Yo he insistido mucho sobre la importancia de la flexibilidad y de la creatividad, sobre todo en lo que respecta al marco y a los útiles de trabajo – hasta e inclusive la sucesión de los interlocutores, padres y/o adolescente. 

Pero esta adaptación de las formas se acompaña de una gran rigurosidad de la actitud profunda, alrededor de algunas intenciones claves que nosotros conocemos muy bien : escucha de un sufrimiento, de un recorrido interior, de deseos que se buscan…; reenvío del sujeto hacia sí mismo, a analizarse a sí mismo, para definir su proyecto … ; rechazo cortés de entrar dentro del juego de sus demandas en la vida real (“ Transgrede conmigo … decide por mí ”, etc.).  Humildad e incertidumbre compartidas con él … dar seguridad de manera discreta, por el hecho de que él es un “ hermano humano ” en lo que está viviendo, etc.
Este artículo insiste igualmente en el lugar conjunto reservado al sufrimiento y a las demandas de los padres : éstos son objeto de una inversión igual por parte del terapeuta, y se prevén momentos para que el adolescente y sus padres se comuniquen lo que ellos quieren unos de otros, y negocien un proyecto común, aunque sea, a lo lejos, un proyecto de separación.

 

Notas : 


(1). 
¿Cuáles son los límites de la primera adolescencia?  Falta el espacio para discutirlo en detalle aquí, por yo que limitaré entonces a un esquema.  Yo propongo la curva de la evolución, en la duración, de la ecuación siguiente :

Hay que añadir a este esquema, sin importar cuál sea la edad biológica, lo siguiente :

Hay algunos que se quedan para siempre en la zona de la infancia ( identidad muy dependiente de la familia de origen ) ;

otros « saltan » casi inmediatamente de la infancia a la segunda adolescencia ( identidad muy rápidamente autónoma );

y otros se quedan largo tiempo enredados … y a veces se quedan definitivamente en la zona de la primera adolescencia.

(2). 
Una intervención puede resultar provisoria, y sin embargo ser sólida, comprometida, claramente enunciada en el momento en el cual es realizada.  Provisoria, en mi acepción, se refiere a la duración, no a la consistencia ! 

(3). 
Por otro lado, como ninguno de nosotros posee en sí mismo una creatividad ilimitada, es a menudo útil trabajar en equipo, de manera a permitir la mayor diversificación posible de las respuestas.

(4). 
Los primeros son más bien adolescentes deprimidos, ansiosos, neuróticos … los segundos, adolescentes atrapados dentro de conflictos relacionales, e incluso (pre) psicóticos.
 
(5). 
El camino inverso existe igualmente : adolescente o padre(s) a quien uno propone una parte de terapia individual ( o conyugal ) que se añade a una terapia familiar que se está llevando a cabo, o que la sustituye.

(6). 
Tampoco se excluye, aunque sea algo raro, que los padres le pidan asistir a sesiones individuales, no para hacerse tratar, sino para escuchar al terapeuta hablar y explorar con él si tiene sentido o no el continuar con las sesiones: a veces, en esas condiciones, una relación se establece, y a veces no !

(7). 
Esto confirma el interés de trabajar en co-terapia, con uno de los terapeutas centrado en el adolescente y el otro sobre los padres … todavía falta que la cooperación entre ambos sea eficaz, y que las rivalidades salvajes no les hagan perder el sentido de objetividad cuando ellos comparten sus puntos de vista.

(8). 
No siempre, sin embargo : algunos detestan esa manera de enfocar las cosas que ellos encuentran infantil. Sus protestaciones deben ser explotadas en ese mismo momento para pasar a su « verdadera » historia y a sus « verdaderas » preguntas.

(9). 
Pero esta apreciación cuantitativa es tal vez indebida: después de todo, los adolescentes también, ¿no piden frecuentemente a sus padres una imposible perfección ? ¿No tendríamos nosotros interés en atraer su atención hacia esta petición o expectativa desmesurada, y a invitarlos a un cierto duelo ?

(10). 
A este respecto, un problema delicado se plantea con nuestros clientes más ansiosos : es frente a ellos que las informaciones y sugerencias que nosotros hemos evocado pueden ser más abundantes, sin que a pesar de eso se transformen en dirección de sus vidas.  A nosotros nos toca animarlos lo suficiente para que ellos nos digan lo que es verdaderamente importante para ellos.  A seguidas, uno puede hacerles sugerencias que le ayuden a concretizar … si verdaderamente a ellos no se les ocurre la idea.


(11). 
La trampa, entonces, estaría en que la familia se ponga a creer que lo único que ayuda es el paso del tiempo.  Por eso, hay que combinar esta invitación a la esperanza con otra, que habla de la necesidad de medios para realizar lo que se busca, y de otra más, que vela por que uno no pida al joven ni más ni menos que lo que él puede dar, en el lento movimiento del tiempo.



- Bibliografía. -



  1. Alloy, G.et al.(1986): 
    Une technique pour adolescents : l'affirmation de soi.
    L'information Psychiatrique, 62,9, 1109-1114.

    2. Böszörmenyi-Nagy, I., Spark, G. (1973).
    Invisible loyalties.
    New York, Harper & Row.

    3. Brunetière, H. (1993) : 
    Crise d'adolescence et psychothérapie. 
    L'Information Psychiatrique, 74, 4, 329-333.

    4. Chevrier, A., Farcy, C. (1994): 
    Intérêt de l'histoire en lignes alternées (HLA) en pédopsychiatrie et en orthophonie. 
    Neuropsychiat. Enf. Adolesc., 11-12,770-776.

    5. De Clercq, M. (1997): 
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    6. Favre, P. et coll. (1994) : 
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    7. Ricciardi, C., Sapio, M. (1995): 
    Sur quelques aspects de la technique en psychothérapie psychanalytique à la pré-adolescence et prime adolescence. 
    Bull. Soc. Belge Francoph. Psychiat. Infant., 7, 51-57.

    8. Widlöcher, D. (1976): 
    Adolescence normale et pathologique. 
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    9. Winnicott, D.W. (1962): 
    L'adolescence, in : De la pédiatrie à la psychanalyse. 
    Paris, Payot, 1969, pp. 257-266.



para cragar el articulo en word 2000


Creado el 12 de enero 2005.
Última revisión el domingo 21 septiembre 2008.

 

 

 

* Jean-Yves Hayez : Pedopsiquiatra, Doctor en Psicología, Profesor emerito de la Facultad de Medicina, Universidad Católica de Lovaina, Bélgica ; primer jefe del servicio de psiciatria infanto-juvenil de las Clínicas Universitarias Saint-Luc,

Correo electrónico: .

Sitio Web: http://www.jeanyveshayez.net/

 

[1]  ¿Cuáles son los límites de la primera adolescencia?  Falta el espacio para discutirlo en detalle aquí, por yo que limitaré entonces a un esquema.  Yo propongo la curva de la evolución, en la duración, de la ecuación siguiente :

Hay que añadir a este esquema, sin importar cuál sea la edad biológica, lo siguiente :

Hay algunos que se quedan para siempre en la zona de la infancia ( identidad muy dependiente de la familia de origen ) ;


otros « saltan » casi inmediatamente de la infancia a la segunda adolescencia ( identidad muy rápidamente autónoma );


y otros se quedan largo tiempo enredados … y a veces se quedan definitivamente en la zona de la primera adolescencia.

 

[2]  Una intervención puede resultar provisoria, y sin embargo ser sólida, comprometida, claramente enunciada en el momento en el cual es realizada.  Provisoria, en mi acepción, se refiere a la duración, no a la consistencia ! 

 

[3]   Por otro lado, como ninguno de nosotros posee en sí mismo una creatividad ilimitada, es a menudo útil trabajar en equipo, de manera a permitir la mayor diversificación posible de las respuestas.

 

[4]   Los primeros son más bien adolescentes deprimidos, ansiosos, neuróticos … los segundos, adolescentes atrapados dentro de conflictos relacionales, e incluso (pre) psicóticos.

 

[5]   El camino inverso existe igualmente : adolescente o padre(s) a quien uno propone una parte de terapia individual ( o conyugal ) que se añade a una terapia familiar que se está llevando a cabo, o que la sustituye.

 

[6]   Tampoco se excluye, aunque sea algo raro, que los padres le pidan asistir a sesiones individuales, no para hacerse tratar, sino para escuchar al terapeuta hablar y explorar con él si tiene sentido o no el continuar con las sesiones: a veces, en esas condiciones, una relación se establece, y a veces no !

 

[7]   Esto confirma el interés de trabajar en co-terapia, con uno de los terapeutas centrado en el adolescente y el otro sobre los padres … todavía falta que la cooperación entre ambos sea eficaz, y que las rivalidades salvajes no les hagan perder el sentido de objetividad cuando ellos comparten sus puntos de vista.

 

[8]   No siempre, sin embargo : algunos detestan esa manera de enfocar las cosas que ellos encuentran infantil. Sus protestaciones deben ser explotadas en ese mismo momento para pasar a su « verdadera » historia y a sus « verdaderas » preguntas.

 

[9]   Pero esta apreciación cuantitativa es tal vez indebida: después de todo, los adolescentes también, ¿no piden frecuentemente a sus padres una imposible perfección ? ¿No tendríamos nosotros interés en atraer su atención hacia esta petición o expectativa desmesurada, y a invitarlos a un cierto duelo ? 

[10]   A este respecto, un problema delicado se plantea con nuestros clientes más ansiosos : es frente a ellos que las informaciones y sugerencias que nosotros hemos evocado pueden ser más abundantes, sin que a pesar de eso se transformen en dirección de sus vidas.  A nosotros nos toca animarlos lo suficiente para que ellos nos digan lo que es verdaderamente importante para ellos.  A seguidas, uno puede hacerles sugerencias que le ayuden a concretizar … si verdaderamente a ellos no se les ocurre la idea. 

[11]   La trampa, entonces, estaría en que la familia se ponga a creer que lo único que ayuda es el paso del tiempo.  Por eso, hay que combinar esta invitación a la esperanza con otra, que habla de la necesidad de medios para realizar lo que se busca, y de otra más, que vela por que uno no pida al joven ni más ni menos que lo que él puede dar, en el lento movimiento del tiempo.